Hace más de 100 años, París era muy distinta del próspero centro que conocemos y queremos hoy. Los carruajes tirados por caballos circulaban por los Campos Elíseos junto a los primeros automóviles, y la Torre Eiffel se alzaba orgullosa como un nuevo y controvertido símbolo de la ciudad. Estas imágenes poco habituales, tomadas entre los años 1880 y 1925, capturan el ir y venir de la vida cotidiana y revelan una urbe en constante transformación, que encaraba la Revolución Industrial, las rebeliones culturales y los conflictos mundiales.
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Adaptado al español por Ana Niño, Redactora en español para loveEXPLORING.
Esta fotografía de la Avenue de l'Opéra, tomada a mediados 1880, muestra a la perfección la arquitectura haussmanniana: balcones ornamentales de hierro forjado, buhardillas y tejados abuhardillados.
El estilo debe su nombre a Georges-Eugène Haussmann, el ambicioso funcionario al que Napoleón III, emperador de Francia, encargó en 1853 rediseñar las estrechas calles medievales de París. El proyecto, que se prolongó durante 17 años, supuso una reinvención radical: se demolieron 12.000 edificios, se implantaron modernos sistemas de alcantarillado y abastecimiento de agua y se trazó la ciudad en amplias avenidas y distritos ordenados, tal y como la conocemos hoy.
La espectacular renovación de la ciudad dio paso a la belle époque (1871-1914), un periodo de relativa paz, prosperidad y avances tecnológicos.
Fue entonces cuando se levantó el monumento más famoso de París, la Torre Eiffel. Su celosía metálica se aprecia aquí en 1888, en una fase temprana de la construcción. La obra se completó en dos años, dos meses y cinco días (1887-1889) y fue el edificio más alto del mundo hasta 1930, cuando lo superó el Chrysler Building de Nueva York —un rascacielos art déco en EE.UU.—.
Una de las razones de la rápida construcción de la torre fue la celebración de la Exposición Universal de 1889, también conocida como Feria Mundial, una muestra internacional de innovaciones científicas, industriales y artísticas.
Terminada solo dos meses antes del evento, la Torre Eiffel se convirtió en la gran protagonista de la feria. En esta imagen, tomada poco después de concluir la obra, los peatones pasean bajo su enorme estructura.
Durante los casi seis meses que duró la exposición, cerca de dos millones de visitantes subieron al monumento, ya fuera en ascensor o por las escaleras. Al fondo puede verse el ornamentado Dôme Central, uno de los muchos edificios construidos expresamente para la feria, que además conmemoraba el centenario de la Revolución Francesa.
Considerada una de las avenidas más bellas del mundo, la Avenue des Champs-Élysées aparece aquí en 1889, antes del auge del automóvil. En lugar de carriles para coches, por la calzada circulan carruajes tirados por caballos, carretas e incluso un autobús de dos plantas, con el emblemático Arco del Triunfo al fondo.
Antaño un pantano que el rey Luis XIV convirtió en camino real en el siglo XVII, no fue hasta el siglo XIX cuando los Campos Elíseos se consolidaron como la principal arteria comercial de París, repleta de tiendas de las marcas más destacadas de la época.
Los grandes carruajes que desfilaban por los Campos Elíseos pueden haber sido fabricados por estos metalúrgicos y carpinteros, fotografiados en una fábrica de carruajes parisina en 1890. A la derecha, se puede vislumbrar lo que parece ser el asiento tejido y el exterior metálico de uno de los vehículos.
La Revolución Industrial tuvo un profundo impacto en el paisaje de París en el siglo XIX. En 1896, el centro de París albergaba más de 2000 fábricas, y muchas más en los suburbios. La afluencia de trabajadores de clase baja contribuyó al aumento de la población, que pasó de 1,2 millones en 1851 a poco menos de 2,5 millones en 1891. Muchos de estos recién llegados residían en viviendas improvisadas en los barrios periféricos.
Una valiosa adición a la ciudad durante este periodo fue Les Halles, un vasto mercado cubierto que se convirtió en uno de los centros comerciales más importantes de la zona. Su espectacular diseño de hierro y cristal, que sustituyó a un mercado anterior más informal, fue obra del arquitecto francés Victor Baltard.
Esta imagen de principios de siglo captura el bullicioso caos de Les Halles, y podemos ver a los compradores examinando los productos en un puesto de quesos, con el suelo cubierto de paja. Los extensos pabellones vendían de todo, desde carne, pescado y verduras hasta flores y curiosidades. El mercado era tan importante para la vida cotidiana de los habitantes de la ciudad que se le apodó "el vientre de París".
El Moulin Rouge, uno de los locales de entretenimiento más icónicos del planeta, aparece en esta fotografía de alrededor de 1900. El atrevido cabaré del bohemio barrio de Montmartre abrió el 6 de octubre de 1889.
Creación del showman Charles Zidler y del empresario Joseph Oller, este bullicioso music hall ofrecía payasos, acróbatas y funambulistas, además de una pista de baile con espejos donde se popularizó el cancán francés. Su emblemático molino rojo hace referencia al pasado rural de la zona, antaño rodeada de viñedos y molinos de viento.
En el exterior, el Moulin Rouge contaba con un teatro-jardín donde se celebraban espectáculos, se podían dar paseos en burro y lucía una estatua de elefante gigante, que se popularizó en la película Moulin Rouge (2001), protagonizada por Nicole Kidman. Este espectáculo surrealista quedó retratado aquí a comienzos del siglo XX.
Según se cuenta, Zidler y Oller compraron el elefante en la Exposición Universal de 1889 —el mismo año de la inauguración del local— y acabó convirtiéndose en uno de los emblemas del cabaré.
Para entonces, Montmartre se había hecho sinónimo de evasión y libertad: un barrio que desafiaba las normas sociales. Sus cabarés y cafés eran subversivos y satíricos, y también espacios poco comunes donde la burguesía y las clases trabajadoras se mezclaban.
Aunque las brillantes luces de Montmartre podían proporcionar una distracción fugaz a la gente más pobre, el trabajo diario solía ser agotador. Muchos buscaban trabajo como obreros para apoyar la infraestructura en constante expansión de París. Uno de los proyectos más grandes de principios del siglo XX fue la creación del sistema de metro de la ciudad, supervisado por el ingeniero civil Fulgence Bienvenüe. La primera línea se completó en 1900 y pronto se añadieron más.
El proyecto fue arduo y requirió que miles de obreros trabajaran día y noche. Como puedes ver en esta fotografía de 1905, las condiciones de trabajo solían ser claustrofóbicas y precarias.
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Las líneas de metro que conectaban los suburbios con el centro aumentaron la accesibilidad de las avenidas comerciales de París y su creciente número de grandes almacenes. Uno de los espacios comerciales más famosos de la ciudad, que sigue en funcionamiento hoy en día, es Printemps. Inaugurado en 1865, se convirtió rápidamente en una institución parisina.
La tienda fue devastada por un incendio en 1881, pero la reconstrucción fue aún más espectacular. Coronada por un techo de cristal, el interior renovado fue declarado “catedral del comercio” y se convirtió en el primer edificio público de París iluminado con electricidad en 1883.
El cambio de siglo fue una época extraordinaria para el progreso científico. Se produjeron avances emocionantes en electricidad, telegrafía inalámbrica y astronomía, así como en química.
En esta foto, tomada en su laboratorio de París alrededor de 1905, podemos ver a la aclamada química y física Marie Curie que se mudó a la ciudad en 1891 desde su Polonia natal. Junto a su marido, Pierre Curie, dedicó su tiempo al estudio de la radiactividad. Su primer laboratorio fue un viejo cobertizo de madera en el patio del Instituto Superior de Física y Química Industrial de París, pero a pesar de su humilde espacio de trabajo, los Curie descubrieron dos nuevos elementos en 1898, el radio y el polonio. Recibieron el Premio Nobel de Física en 1903.
La naturaleza, como suele decirse, es la gran igualadora, y cuando las inundaciones arrasaron París en 1910 tuvieron un efecto devastador en todos sus distritos. En una crecida centenaria poco habitual, el Sena se desbordó debido a la saturación del terreno y al colapso del sistema de alcantarillado, dejando gran parte de la ciudad anegada durante dos meses.
Miles de personas tuvieron que ser evacuadas y quienes se quedaron buscaron formas ingeniosas de moverse por la ciudad, que por momentos parecía una pequeña Venecia. Esta imagen muestra a trabajadores y policías utilizando barcas en las calles del distrito 7, junto al Palais Bourbon —sede de la Asamblea Nacional francesa—, completamente inundado. En otros lugares se levantaron pasarelas de madera para que los vecinos pudieran acceder a las zonas aisladas.
La naturaleza, como se suele decir, es la gran igualadora, y cuando las inundaciones sumergieron París en 1910, tuvieron un impacto devastador en todos sus distritos. En una inundación centenaria poco habitual, el Sena se desbordó debido a la saturación del suelo y al colapso del sistema de alcantarillado, dejando gran parte de la ciudad bajo el agua durante dos meses.
Miles de personas fueron evacuadas, y las que se quedaron tuvieron que encontrar nuevas formas de desplazarse por la ciudad, que ahora se parecía más a Venecia. Esta foto muestra a trabajadores y policías utilizando barcos en las calles del distrito 7, cerca del Palais Bourbon, la sede inundada de la Asamblea Nacional. En otros lugares, se construyeron pasarelas de madera para ayudar a los residentes a acceder a las partes de la ciudad que habían quedado aisladas.
En las zonas más pobres de la ciudad, los conflictos formaban parte de la vida cotidiana mucho antes de la inundación. La región más desfavorecida se conocía como la Zona, un anillo de tierra entre el centro de la ciudad y los suburbios que estaba destinado a ser una zona militar desocupada. En cambio, se convirtió en un refugio para los más pobres de París, que habían sido expulsados de la ciudad durante su remodelación. Chozas, cobertizos y caravanas reclamaron esta tierra marginal de nadie.
El fotógrafo francés Eugène Atget documentó las condiciones de vida en estos asentamientos improvisados a principios del siglo XX. En 1913, capturó la vivienda improvisada de esta familia en la zona de Porte d'Asnières. Muchas de las personas que residían aquí eran jornaleros y traperos, que se ganaban la vida recogiendo y vendiendo basura.
La paz de la belle époque llegó a su fin repentinamente en 1914, cuando Alemania declaró la guerra a Francia. La Primera Guerra Mundial, desencadenada por el asesinato del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austrohúngaro, conmocionó a toda Europa. En esta imagen, tomada el año en que estalló la guerra, los monumentos y estatuas parisinos fueron fortificados con marcos de madera y sacos de arena para protegerlos de los ataques alemanes.
La precaución estaba justificada, ya que París sufrió bombardeos devastadores durante los cuatro años siguientes. La agresión fue tan grave que el Gobierno francés encargó la construcción de un París falso, con la esperanza de engañar a los pilotos alemanes durante los ataques aéreos nocturnos.
La invasión de Bélgica en 1914 y la presencia del ejército alemán en el noreste de Francia provocaron la llegada a París de una gran cantidad de refugiados belgas y franceses.
Esta fotografía de 1914 muestra a enfermeras atendiendo a los recién llegados en un centro de ayuda improvisado instalado en la sala de aduanas de la estación de tren Gare du Nord, en el corazón de París. Una cama de paja proporciona un lugar donde los refugiados agotados pueden descansar, mientras las enfermeras reparten mantas. Las fuerzas alemanas llegaron a unos 48 kilómetros de París, pero la invasión nunca alcanzó la Ciudad de la Luz.
A pesar de la guerra en curso, París seguía siendo un vibrante centro intelectual. Muchos de sus grandes pensadores participaban directa o indirectamente en los esfuerzos bélicos, pero la ciudad seguía siendo un espacio para la reflexión y la expresión artística.
En la foto de la derecha, tomada en 1916, aparece el pintor Pablo Picasso, cuya ciudadanía española neutral le eximía de combatir, junto a otras personalidades como el poeta y artista francés Max Jacob, el dramaturgo Jean Cocteau y el pintor chileno Manuel Ortiz de Zárate. El grupo posa frente al Café de la Rotonde, que era un punto de encuentro para los creativos de la época que habían cambiado Montmartre por Montparnasse, un barrio de la margen izquierda del Sena.
Tras el armisticio de noviembre de 1918, la Primera Guerra Mundial terminó oficialmente en junio de 1919 con la firma del Tratado de Versalles en París y la vida comenzó a volver poco a poco a la normalidad en la ciudad. El fabricante francés de vehículos Renault, que había reconvertido su fábrica de Boulogne-Billancourt, en las afueras de París, para producir proyectiles y tanques Renault FT durante la guerra, volvió a centrarse en los coches.
Esta foto de 1920 muestra una línea de producción de camiones a la izquierda, junto a filas de coches descapotables. Había llegado la era del automóvil, y los coches se convirtieron poco a poco en un elemento esencial en los hogares.
Los locos años 20 marcaron una nueva era de liberación y libertad cultural en París. La cultura de los cafés, profundamente arraigada en la ciudad, se reavivó, y Montparnasse se convirtió en un caldo de cultivo para movimientos creativos como el surrealismo y el dadaísmo, así como en un lugar de encuentro para los intelectuales.
Aquí vemos al ajedrecista profesional franco-ruso Alexander Alekhine en el mencionado Café de la Rotonde en 1922, jugando partidas simultáneas de ajedrez. Los miembros de la Generación Perdida, un grupo de escritores estadounidenses expatriados que alcanzaron la mayoría de edad durante la Primera Guerra Mundial, también eran clientes habituales del café. Entre ellos se encontraban el autor de El gran Gatsby , F. Scott Fitzgerald, y el novelista Ernest Hemingway.
París tiene una larga historia de acogida a refugiados políticos. Esta foto muestra a la gran duquesa rusa María Pavlovna junto a la emperatriz viuda María Feodorovna. Ambas se vieron obligadas a exiliarse tras la Revolución Rusa de 1917, que derrocó la monarquía.
Tras huir de su país natal, la gran duquesa descubrió su talento para la confección de vestidos y se reinventó como diseñadora. Las antiguas miembros de la realeza aparecen en la foto de 1923 en Kitmir, el taller de bordado de Pavlovna en París, donde empleaba a docenas de refugiados rusos. Pavlovna entabló una estrecha relación con la magnate de la moda Coco Chanel, y Kitmir incluso fue contratado por la marca para crear los bordados de la colección de Chanel de 1922.
París, cuna del cabaret, siguió atrayendo a estrellas de todo el mundo durante la era del jazz de los años 20. Esta imagen muestra a seis miembros de las Ziegfeld Follies, un aclamado grupo teatral estadounidense, posando frente al Arco del Triunfo en 1924. La compañía había sido invitada a París para actuar en la New Moulin Rouge Revue, donde obtuvo un gran éxito.
Los espectáculos de las Follies incluían rutinas cómicas, números de baile, solos y desfiles de moda. El grupo fue una creación del productor teatral Florenz Ziegfeld Jr. y contribuyó a lanzar las carreras de la leyenda de Broadway Marilyn Miller y de las actrices Barbara Stanwyck y Paulette Goddard.
Los años 20 supusieron un cambio en las restricciones sociales tradicionales, y las mujeres, en particular, acogieron oportunidades de empleo más diversas que antes. Incluso las industrias textiles artesanales de la ciudad, tan celosamente guardadas, se vieron afectadas.
Fotografiada aquí en 1925, Marguerite Loger, de 17 años, fue la primera mujer artesana contratada por la Manufacture des Gobelins, productora de tapices y alfombras parisinas ornamentadas desde el siglo XV. Era un trabajo muy especializado que requería años de estudio y los trabajadores normalmente solo podían terminar poco más de un metro cuadrado de alfombra al año.
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