La Guerra Fría, que se prolongó durante seis décadas, desde mediados de los años 40 hasta principios de los 90, fue la lucha definitiva por la dominación mundial entre el comunismo y el capitalismo.
Aunque el periodo de 46 años de tensiones geopolíticas y conflictos involucró a numerosos países, la rivalidad central fue entre los Estados Unidos de América y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). A pesar de haber sido aliados durante la Segunda Guerra Mundial, las dos superpotencias quedaron enzarzadas en un enfrentamiento por sus ideologías diametralmente opuestas.
Su enemistad incluso llevó al planeta al borde de la aniquilación nuclear.
Haz clic en la galería para ver una breve historia de la Guerra Fría, contada a través de impactantes imágenes de EE.UU., la URSS y otros países…
Adaptado al español por Ana Niño, Redactora en español para loveEXPLORING.
Con la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial cada vez más cerca, el primer ministro británico Winston Churchill, el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt y el líder soviético Iósif Stalin (los tres sentados en la imagen) se reunieron en febrero de 1945 en la Conferencia de Yalta, celebrada en Crimea —entonces parte de la URSS, a orillas del mar Negro—, para discutir la reorganización de Europa tras la guerra.
Se acordó que, tras la derrota de Hitler, Alemania y su capital, Berlín, se dividirían en cuatro zonas de ocupación controladas por el Reino Unido, Francia, EE.UU. y la Unión Soviética. También se decidió que se celebrarían elecciones democráticas en los países de Europa del Este que habían estado bajo dominio nazi. A la URSS se le reconoció una “esfera de influencia” sobre estos territorios a cambio de apoyar la guerra de EE.UU. contra Japón.
En julio de 1945, los líderes de los "Tres Grandes" se reunieron de nuevo en la Conferencia de Potsdam, que confirmó oficialmente la división de Alemania en cuatro zonas. Para entonces, Roosevelt había fallecido y Churchill había perdido las elecciones durante la conferencia.
Como resultado, el presidente estadounidense Harry S. Truman y el primer ministro británico Clement Attlee se unieron a Stalin (en el centro de la imagen) para completar la cumbre. A diferencia de Roosevelt, Truman era mucho menos paciente con el líder soviético y lo miraba con desconfianza, lo que provocó tensas relaciones entre ambos.
Aunque Europa había logrado finalmente la paz tras la derrota de Hitler, la Conferencia de Potsdam sentó las bases de más de 40 años de tensiones durante la Guerra Fría entre EE.UU. y la URSS.
Otro resultado de la Conferencia de Potsdam fue la Declaración de Potsdam, que advertía de la “destrucción rápida y total” de Japón si no se rendía. Mientras el presidente Truman se encontraba en Alemania, EE.UU. probó con éxito su primera bomba atómica en el desierto de Nuevo México.
En agosto de 1945, EE.UU. utilizó esta nueva capacidad nuclear para forzar la rendición incondicional de Japón, que seguía combatiendo pese a la derrota de la Alemania nazi, bombardeando, lamentablemente, las ciudades de Hiroshima (en la imagen) y Nagasaki, lo que provocó más de 200.000 muertos entre el impacto inicial y las secuelas posteriores.
Fue la primera y única vez que se usaron armas nucleares en una guerra, un hecho que aceleró la carrera armamentística entre EE.UU. y la Unión Soviética.
Contrariamente a lo acordado en la Conferencia de Yalta, Stalin, empeñado en crear cinturón de seguridad para proteger la Unión Soviética de futuras invasiones, no promovió la libertad política en el bloque oriental. Por el contrario, se aseguró de que los regímenes comunistas alcanzaran el poder en varios países, incluidos aquellos liberados por el Ejército Rojo. Las elecciones —cuando se celebraban— solían estar manipuladas, mientras que los políticos no comunistas eran expulsados de los gobiernos y a menudo arrestados, exiliados o incluso ejecutados.
En 1949, Alemania Oriental (rebautizada ese año como República Democrática Alemana, RDA), junto con Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía y Bulgaria, se había convertido en un bloque de Estados satélites de la Unión Soviética. Albania también quedó bajo la influencia de Moscú, aunque más tarde se distanciaría del control soviético.
Mientras tanto, en Occidente, la expansión del comunismo despertaba alarma. En esta imagen del 5 de marzo de 1946, el ex primer ministro británico Winston Churchill advirtió en un discurso en EE.UU. que “se ha bajado un telón de acero” sobre Europa.
Temiendo que la pobreza de la posguerra facilitara que la Unión Soviética intentara extender su influencia a países como Francia o Italia, EE.UU. adoptó una estrategia de “contención”. Esta política, propuesta por el diplomático George Kennan en su famoso Telegrama largo de 1946, un informe de 8.000 palabras enviado desde Moscú, sugería proporcionar ayuda económica y política a los países en dificultades para evitar que cayeran en el comunismo, y así frenar la expansión soviética en Europa.
La política de contención de EE.UU. se presentó el 12 de marzo de 1947 (en la imagen), en un discurso que pasaría a conocerse como la Doctrina Truman. El presidente prometió apoyo a cualquier país amenazado por el comunismo y anunció ayuda financiera y militar inmediata a Grecia y Turquía para evitar que cayeran bajo la órbita soviética.
Un año después se creó el Plan Marshall, un ambicioso programa de recuperación económica que benefició a 16 países europeos y a Alemania Occidental. Al proporcionar subvenciones y préstamos a las naciones más afectadas por la guerra, EE.UU. buscaba reforzar la resistencia frente al comunismo. Stalin, sin embargo, prohibió a los países del bloque oriental aceptar cualquier oferta de ayuda.
A medida que se expandía la Unión Soviética, también lo hacían las capacidades militares de EE.UU. Con la paranoia en torno al supuesto plan soviético de controlar el mundo, la política de contención ofrecía además la justificación perfecta para que Washington reforzara su armamento.
En 1950, un informe del Consejo de Seguridad Nacional de EE.UU. (NSC, por sus siglas en inglés) reforzó la convicción del presidente Truman de que la fuerza militar era necesaria en la cruzada contra el comunismo, por lo que pidió cuadruplicar el gasto en defensa. Esto impulsó el desarrollo de nuevas armas atómicas, cuyos esfuerzos se aceleraron tras la primera prueba nuclear soviética en 1949. Ya en 1947 se distribuían folletos como los que se ven en la imagen…
Ya inquieto por el Plan Marshall, Stalin se enfureció aún más cuando EE.UU., el Reino Unido y Francia —que tenían derecho a administrar sus zonas de ocupación en Alemania— introdujeron una nueva moneda única, el marco alemán, para toda Alemania Occidental. El 24 de junio de 1948, como represalia, Stalin ordenó bloquear todos los accesos terrestres a Berlín Occidental, dejando a unos 2,5 millones de civiles sin suministros básicos como alimentos, medicinas y combustible. En respuesta, los aliados occidentales organizaron el puente aéreo de Berlín, utilizando corredores aéreos para mantener la ciudad abastecida.
El bloqueo se prolongó durante casi 11 meses y terminó el 12 de mayo de 1949, cuando quedó claro que el puente aéreo había sido un éxito. La operación se convirtió en una gran victoria propagandística para Occidente, que demostró así su determinación frente a la presión soviética.
En 1949 se fundó la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), una alianza militar liderada por EE.UU. y Europa Occidental que nació con 12 miembros iniciales, entre ellos el Reino Unido, Canadá y Francia. Su principio básico era la seguridad colectiva: un ataque contra uno de sus miembros se consideraría un ataque contra todos.
La admisión de Alemania Occidental (República Federal de Alemania) en mayo de 1955 fue vista por la URSS como una provocación y, como respuesta, creó el Pacto de Varsovia, que agrupaba a los países del bloque del Este, incluida Alemania Oriental. Igual que la OTAN, se basaba en la defensa mutua, aunque en la práctica sirvió para reforzar el control soviético sobre Europa del Este.
La Guerra Fría recibió este nombre porque nunca se convirtió en un enfrentamiento directo entre EE.UU. y la URSS. En su lugar, ambas superpotencias utilizaron a otros países como marionetas, respaldando bandos opuestos en conflictos en distintas partes del mundo. La primera gran guerra subsidiaria comenzó en junio de 1950, cuando el Ejército Popular de Corea del Norte, apoyado por la Unión Soviética, invadió la Corea del Sur prooccidental.
Temiendo que se tratara de un movimiento decisivo para extender el comunismo más allá de Europa, el presidente Truman envió tropas estadounidenses a luchar por Corea del Sur. En esta imagen, los marines de EE.UU. entran en Inchon utilizando escaleras para escalar los acantilados costeros. La Guerra de Corea terminó en un empate en 1953.
Mientras la histeria anticomunista se extendía por EE.UU. en plena “caza de brujas”, el Comité de Actividades Antiamericanas (HUAC, por sus siglas en inglés) persiguió a supuestos comunistas en sectores como Hollywood. Al mismo tiempo, el senador Joseph McCarthy encabezó investigaciones de gran repercusión sobre la supuesta infiltración comunista en el ejército, las agencias federales y otras instituciones.
Los juicios por espionaje alcanzaron su punto álgido en marzo de 1951, cuando Julius y Ethel Rosenberg (en la imagen) fueron declarados culpables de vender secretos atómicos a la URSS. Dos años más tarde, ambos fueron ejecutados en la silla eléctrica.
Hoy en día, se cree que Ethel era inocente.
Después de que la Unión Soviética detonara su primera bomba atómica en agosto de 1949 en el polígono de Semipalátinsk, en Kazajistán (entonces parte de la URSS), se puso fin al monopolio nuclear estadounidense y se desató la carrera armamentística, que amenazaba con la destrucción mutua asegurada.
En 1952, EE.UU. probó la primera bomba de hidrógeno (bomba H): un arma termonuclear que funciona mediante fusión nuclear —un proceso aún más destructivo que la fisión de las bombas atómicas—. Con una potencia hasta 2.500 veces superior a la de Hiroshima, fue lanzada el 1 de noviembre sobre el atolón de Eniwetok, en las Islas Marshall.
La bola de fuego, de 64,5 km², vaporizó una isla, abrió un enorme cráter en el océano y habría tenido la fuerza suficiente como para arrasar la mitad de Manhattan. El atolón sigue siendo radiactivo en la actualidad.
El mismo año en que la Unión Soviética logró fabricar su propia bomba de hidrógeno, su líder, Iósif Stalin, murió tras sufrir un derrame cerebral. Mientras los países comunistas lloraban su fallecimiento el 5 de marzo de 1953, en Occidente muchos celebraban la desaparición del dictador.
En la imagen de la izquierda, una camarera en Washington D. C. coloca un cartel invitando a los clientes a celebrar con borsch gratis—una sopa de remolacha típica de Rusia y Ucrania— , mientras que la foto de la derecha muestra un periódico francés que anuncia su muerte.
El cuerpo embalsamado del dirigente soviético fue expuesto públicamente en el mausoleo de Lenin en Moscú hasta 1961.
Cualquier esperanza de que la muerte de Stalin pusiera fin a las tensiones de la Guerra Fría resultó efímera. En octubre de 1956, tras la nacionalización del canal de Suez por parte de Egipto —con apoyo soviético—, Gran Bretaña, Francia e Israel invadieron el país para recuperar el control de esta vía estratégica. El entonces líder soviético, Nikita Jrushchov, llegó a amenazar con lanzar ataques nucleares contra Europa Occidental si no se retiraban.
El presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower, temiendo que el conflicto se extendiera, advirtió a la URSS que se mantuviera al margen y presionó con sanciones económicas, especialmente contra Gran Bretaña. Finalmente, las fuerzas invasoras se retiraron y Egipto mantuvo el control del canal en marzo de 1957.
La segunda mitad de los años 50 no solo llevó la Guerra Fría a África, sino también a la estratosfera. En 1957, la URSS lanzó al espacio el primer satélite artificial de la historia, el Sputnik 1, y poco después envió al primer ser vivo: Laika, una perrita callejera (en la imagen).
EE.UU. respondió en 1958 con el lanzamiento de su propio satélite, el Explorer 1, y la creación de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA). En esta carrera de demostración tecnológica y política, la URSS colocó a Yuri Gagarin, el primer hombre en el espacio, en 1961, pero EE.UU. alcanzó la mayor victoria simbólica con el primer alunizaje en 1969.
La carrera espacial se convirtió, entonces, en un microcosmos de la lucha por la supremacía entre las dos superpotencias.
Uno de los episodios más emblemáticos y surreales de la Guerra Fría tuvo lugar el 24 de julio de 1959, cuando el vicepresidente estadounidense Richard Nixon y el líder soviético Nikita Jrushchov tuvieron un acalorado debate sobre el capitalismo y el comunismo en medio de una cocina modelo (en la imagen).
El escenario formaba parte de la Exposición Nacional Americana en Moscú, diseñada para fomentar un mayor intercambio cultural entre EE.UU. y la URSS. Pero mientras Jrushchov mostraba a Nixon un avance de la exposición, los dos hombres comenzaron a discutir. Los ánimos se encendieron, se señalaron con el dedo y los flashes de los periodistas no paraban de dispararse, en lo que se conoció como “El debate de cocina”.
En mayo de 1960 estalló una nueva crisis diplomática cuando un avión espía estadounidense U-2 fue derribado sobre territorio soviético. Los soviéticos capturaron al piloto, Francis Gary Powers, lo que obligó al presidente Dwight D. Eisenhower a admitir públicamente que EE.UU. llevaba años realizando vuelos de espionaje sobre la URSS.
Powers fue condenado por espionaje a 10 años de prisión, aunque quedó en libertad en menos de dos tras un intercambio de prisioneros por un agente soviético retenido en EE.UU. En la imagen se aprecia el equipo de espionaje recuperado del avión y presentado como prueba en su juicio.
Elegido en 1960, el presidente John F. Kennedy comenzó su mandato con un sonado fracaso: el fallido ataque a Cuba en 1961. Primer Estado comunista del hemisferio occidental, la isla había sido tomada por las fuerzas revolucionarias de Fidel Castro en 1959.
En represalia por la nacionalización de las industrias dominadas por EE.UU., como el azúcar y la minería, la confiscación de activos estadounidenses en la isla y la firma de acuerdos comerciales con la URSS, la administración Kennedy aprobó un plan de la CIA para invadir la Bahía de Cochinos con tropas de exiliados cubanos.
Pero toda la operación fue un desastre: 114 invasores murieron y más de 1.100 fueron capturados. El fracaso se debió, sobre todo, a la falta de apoyo militar directo de EE.UU., la mala planificación y la rápida reacción del ejército cubano, que neutralizó el ataque en apenas tres días, para sorpresa de los estadounidenses.
Berlín volvió a ser un foco de conflicto en 1961, cuando unos 49.000 habitantes huyeron de la República Democrática Alemana (RDA) hacia la República Federal de Alemania entre junio y julio de ese año. El punto álgido se alcanzó el 12 de agosto, cuando 2.400 berlineses orientales cruzaron a Berlín Occidental, la mayor fuga registrada en un solo día. Esa misma noche, Nikita Jrushchov dio permiso para cerrar la frontera.
En las primeras horas del 13 de agosto de 1961, el Ejército Popular Nacional de Alemania Oriental, junto con las fuerzas policiales, selló todos los pasos fronterizos entre Berlín Oriental y Occidental con alambre de púas y barricadas temporales. En pocos días, aquellas improvisadas alambradas fueron sustituidas por un muro de hormigón: el Muro de Berlín, una división física que partió la ciudad en dos y que se mantuvo durante los siguientes 28 años como símbolo implacable de la Guerra Fría.
El 6 de octubre de 1961, el presidente John F. Kennedy abordó públicamente la cuestión de la defensa civil e instó a los ciudadanos a construir refugios antiaéreos en sus patios traseros para proteger a sus familias de la lluvia radiactiva en caso de un ataque soviético. Un mes antes, el presidente había publicado una carta en la revista estadounidense Life —muy influyente en la época, famosa por sus fotorreportajes— en la que detallaba los planes del Gobierno para instalar refugios comunitarios en todo el país.
Sin embargo, en privado, Kennedy se mostraba escéptico sobre la eficacia de estos refugios de acero, y con razón. Aunque la iniciativa tranquilizó en cierta medida a la población, en realidad habrían servido de muy poco frente a una explosión atómica.
En 1962, el mundo estuvo a punto de un Armagedón nuclear cuando EE.UU. descubrió que la Unión Soviética instalaba en secreto misiles nucleares en Cuba, capaces de alcanzar las principales ciudades estadounidenses. En la imagen se ve un buque de carga soviético que abandona aguas cubanas con seis lanzadores de misiles ocultos bajo lonas.
El 22 de octubre, el presidente John F. Kennedy se dirigió a la nación en un discurso televisado en el que anunció una “cuarentena” naval —en la práctica, un bloqueo— para impedir que los barcos soviéticos entregaran más suministros militares a la isla. Durante 13 días, EE.UU. y la URSS se enfrentaron en un pulso que puso en jaque la paz mundial, hasta que se alcanzó un acuerdo secreto: Moscú retiraba sus misiles de Cuba a cambio de que Washington se comprometiera a no invadir la isla y, en paralelo, a retirar sus propios misiles de Turquía.
En 1963, ambos países firmaron el Tratado de prohibición parcial de ensayos nucleares en la atmósfera, en el espacio exterior y bajo el agua.
Además de construir refugios antiaéreos, desde principios de los años 50 los estadounidenses practicaban simulacros de “agáchate y cúbrete” (duck and cover), después de que la Unión Soviética adquiriera armas nucleares. Con la amenaza de un bombardeo atómico integrada en la vida cotidiana, se enseñaba a los escolares a tirarse bajo sus pupitres y a cubrirse la cabeza en caso de un ataque sorpresa.
En la imagen, una clase en San Petersburgo, Florida, demuestra este método aparentemente rudimentario. Aunque hoy se sabe que habría sido inútil frente a una explosión directa, los expertos coinciden en que podía ofrecer cierta protección si la detonación se producía a distancia.
El 22 de noviembre de 1963, EE.UU. quedó conmocionado cuando el presidente John F. Kennedy fue asesinado a tiros en su limusina descapotable durante una visita política a Dallas. En esta impactante imagen, el coche presidencial se dirige a toda velocidad hacia el hospital instantes después del tiroteo en Dealey Plaza, mientras el agente del Servicio Secreto, Clint Hill, salta al asiento trasero para socorrer al presidente.
El principal sospechoso del asesinato fue Lee Harvey Oswald, un autoproclamado marxista que había desertado previamente a la Unión Soviética. Sin embargo, como Oswald fue asesinado dos días después por Jack Ruby, propietario de un club nocturno, siempre han circulado teorías y especulaciones sobre si detrás de la muerte de Kennedy hubo algo más de lo que se contó oficialmente.
Aunque el conflicto había comenzado en los años 50, la guerra de Vietnam se transformó en una auténtica guerra subsidiaria de la Guerra Fría en 1965. Tras el incidente del Golfo de Tonkín —en el que presuntamente fuerzas norvietnamitas dispararon contra buques de la Armada de EE.UU.—, Washington desplegó tropas para apoyar al Gobierno de Vietnam del Sur en su lucha contra el Vietnam del Norte comunista.
Esta imagen, en la que soldados son recibidos con guirnaldas de flores a su llegada a Vung Tau (Vietnam del Sur), refleja solo una cara de la realidad. En EE.UU., muchos ciudadanos rechazaban ser reclutados para una guerra en la que no querían participar. El conflicto duró una década y acabó con la vida de más de 58.000 estadounidenses.
A finales de los sesenta y durante los setenta se abrió un periodo de distensión entre las superpotencias. El primer paso importante fue la firma del Tratado de no proliferación nuclear (TNP) por parte de EE.UU., el Reino Unido y la URSS el 1 de julio de 1968, en el que se comprometieron a no ayudar a otros países a adquirir armas nucleares.
La década no estuvo exenta de tensiones —como la represión soviética de las reformas liberales de la Primavera de Praga en 1968—, pero en su mayor parte fue una etapa de cooperación y relativa estabilidad. También se firmaron los históricos tratados de las Conversaciones sobre la Limitación de Armas Estratégicas (SALT, por sus siglas en inglés), en los que el presidente Richard Nixon y el líder soviético Leonid Brézhnev (en la imagen) acordaron moderar los arsenales atómicos de sus países.
Con la invasión soviética de Afganistán en 1979 terminó la era de la distensión, y las guerras subsidiarias pronto se extendieron no solo por Asia Central, sino también por el suroeste de África, América Latina y el Caribe. Mientras EE.UU. y la Unión Soviética mantenían la carrera armamentística y disputaban su influencia global, más de un millón de manifestantes se reunieron en Central Park, Nueva York, el 12 de junio de 1982 (en la imagen) para exigir el desarme nuclear.
Ese mismo año comenzaron las Conversaciones sobre la reducción de armas estratégicas (START) entre EE.UU. y la URSS, en las que el presidente Ronald Reagan, hasta entonces un firme opositor al desarme, sorprendió proponiendo reducciones radicales de misiles y ojivas nucleares.
En 1985, por primera vez en ocho años, los líderes de EE.UU. y la Unión Soviética volvieron a reunirse en una cumbre. Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov se encontraron en Ginebra, Suiza (en la imagen), donde empezaron a mostrar cierta camaradería y algunos puntos en común.
Gorbachov era un líder muy distinto a sus predecesores, decidido a reformar una Unión Soviética económicamente debilitada mediante sus políticas de glasnost —apertura política y libertad de expresión— y perestroika —reestructuración del sistema político y de la economía—. Incapaz de igualar el gasto militar de EE.UU., inició nuevas conversaciones con Reagan para reducir el arsenal nuclear, mientras daba prioridad a la democratización y modernización interna de su país.
El 25 de abril de 1986, el mundo recibió un devastador recordatorio del poder de la energía nuclear cuando explotó un reactor de la central de Chernóbil, en la actual Ucrania (entonces parte de la Unión Soviética).
La explosión causó la muerte inmediata de dos personas y, en los días siguientes, al menos 28 murieron por síndrome agudo de radiación. Con el tiempo, miles más fallecerían a causa de cáncer y otros problemas de salud vinculados a la catástrofe. El nivel de radiación liberado fue unas 400 veces superior al de la bomba atómica de Hiroshima, lo que convirtió Chernóbil en el peor desastre nuclear de la historia. Este episodio, decisivo en la Guerra Fría, fue el principio del fin de la Unión Soviética.
En 1989, el comunismo empezó a perder terreno en el bloque oriental. Los países de Europa del Este sustituían o derrocaban a sus gobiernos comunistas y declaraban su independencia. En China, los estudiantes y activistas anticomunistas se manifestaban en la plaza de Tiananmen. Y la Unión Soviética se retiraba de Afganistán tras casi diez años de guerra.
El 9 de noviembre de ese año, el Muro de Berlín fue finalmente derribado (en la imagen) tras manifestaciones masivas en toda la región y, 11 meses después, Alemania Oriental y Occidental se reunificaron oficialmente en un solo país. Las disposiciones adoptadas en la Conferencia de Yalta (1945) quedaron en gran medida revocadas en la Cumbre de Malta (1989), que puso fin a la Guerra Fría.
De la desintegración de la URSS surgieron quince nuevas repúblicas independientes. En julio de 1991 se disolvió oficialmente el Pacto de Varsovia y se ratificó el tratado START, que redujo de forma significativa los arsenales nucleares de EE.UU. y la Unión Soviética.
El día de Navidad de ese mismo año, Mijaíl Gorbachov dimitió como último líder de la URSS y cedió el poder a Boris Yeltsin, que se convirtió en el primer presidente elegido democráticamente de Rusia. El 26 de diciembre de 1991 se reconoció oficialmente el colapso de la Unión Soviética, lo que puso fin a la Guerra Fría. En la imagen, una estatua derribada de Iósif Stalin simboliza la caída del régimen soviético.
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