Desde que existen los relatos, la humanidad ha mezclado realidad y ficción: ciudades tragadas por el mar, mujeres guerreras, civilizaciones olvidadas. La mayoría se han descartado como fantasía, pero a veces hay al menos un poso de verdad en esas historias.
Desde las aguas esmeralda de un lago colombiano que desató una fiebre del oro hasta una ciudad griega que se pensaba que solo existía en la poesía épica, hay pruebas que muestran que algunos mitos estaban más arraigados en la realidad de lo que parecía.
Haz clic en esta galería para descubrir los mitos antiguos que tienen al menos algo de verdad…
Adaptado al español por Ana Niño, Redactora en español para loveEXPLORING.
¿Alguna vez te has preguntado cómo los vikingos encontraban el rumbo en mar abierto? Las sagas nórdicas mencionan las llamadas “piedras solares”, misteriosos cristales que, según se decía, revelaban la posición del sol incluso en días nublados, permitiendo a los marineros orientarse mucho antes de la invención de la brújula.
En 2013 se halló un cristal de espato de Islandia en un naufragio del siglo XVI. Los científicos descubrieron que este mineral puede polarizar la luz y ayudar a determinar la posición del sol incluso cuando está oculto, justo como describen las sagas. Aunque el cristal hallado es de una época posterior, demuestra que esta técnica era posible ya en tiempos vikingos y podría explicar su éxito navegando por aguas desconocidas y vastas.
Las historias de la antigua Grecia hablan de las amazonas, una feroz tribu de mujeres guerreras que vivían apartadas de los hombres y les igualaban en la batalla. Durante siglos, estos relatos se consideraron fantasías o advertencias míticas sobre la independencia femenina.
Sin embargo, recientes excavaciones en Azerbaiyán han sacado a la luz tumbas de la Edad de Bronce con mujeres enterradas junto a puntas de flecha, dagas e incluso mazas, cuyos huesos muestran huellas de años a caballo y disparando arcos. Hallazgos similares en Rusia, Armenia y Kazajistán confirman que las mujeres guerreras de la Edad de Bronce fueron reales, independientemente de si inspiraron directamente el mito griego o no.
Hacia el siglo VIII a. C., el poeta griego Homero habló de una gran ciudad llamada Troya, sitiada durante 10 años después de que su príncipe raptara a la esposa del rey de Esparta. Su poema épico La Ilíada relata las hazañas de guerreros legendarios como Aquiles y Héctor, la intervención de los dioses griegos y, finalmente, la caída de la ciudad gracias al engaño del famoso caballo de Troya. Durante siglos, muchos creyeron que no era más que una historia.
En la década de 1870, el arqueólogo Heinrich Schliemann excavó en Hisarlik, en la actual Turquía, y halló las ruinas de una ciudad fortificada destruida y reconstruida en varias ocasiones (en la imagen). Investigaciones posteriores sacaron a la luz artefactos y signos de conflicto que datan de la época descrita por Homero. Así, Troya sí existió, aunque gran parte de la historia sigue perteneciendo al mito.
Durante años, nuestro conocimiento sobre los gladiadores enfrentándose a animales salvajes procedía únicamente de textos romanos y del arte antiguo, como el mosaico que se muestra aquí. Pero en 2025, arqueólogos que trabajaban en Driffield Terrace, en York, Reino Unido, el único cementerio romano de gladiadores bien conservado del mundo, anunciaron la primera prueba física directa de un humano luchando contra un león.
El análisis forense del esqueleto de un joven, desenterrado por primera vez en 2004, reveló perforaciones y marcas de mordeduras en la pelvis, casi con toda seguridad causadas por los dientes de un león. Este hallazgo revolucionario sugiere con fuerza que estas brutales escenas realmente ocurrieron.
Durante siglos, los exploradores europeos persiguieron la leyenda de El Dorado, una ciudad repleta de tesoros situada en algún lugar recóndito del Amazonas, con un gobernante tan rico que, según se decía, se cubría de polvo de oro antes de sumergirse en las aguas del lago Guatavita (en la imagen), en Colombia. Muchos murieron intentando hallarla, y el nombre acabó convirtiéndose en sinónimo de un sueño imposible.
La ciencia moderna ha dado un nuevo impulso a esta leyenda. En 2010, imágenes satelitales y escáneres LIDAR revelaron más de 200 enormes construcciones geométricas que se extienden a lo largo de cientos de kilómetros en la cuenca alta del Amazonas. Datadas entre el año 200 y 1283 d. C., apuntan a la existencia de una sociedad enorme y sofisticada que prosperó donde antes creíamos que solo había selva virgen, lo que da cierto crédito a las antiguas historias.
En los textos antiguos, especialmente en la Biblia hebrea, los hititas aparecían como un pueblo lejano y difuso, y durante siglos muchos estudiosos sospecharon que eran un simple invento bíblico.
Todo eso cambió en el siglo XIX y principios del XX, cuando los arqueólogos descubrieron Hattusa, la capital hitita, en la actual Boğazköy, Turquía. A partir de 1906, el equipo de Hugo Winckler desenterró miles de tablillas cuneiformes que revelaban un poderoso imperio de la Edad del Bronce en Anatolia central, con códigos legales, tratados, correspondencia y textos religiosos, que floreció entre los siglos XVII y XII a. C.
El historiador griego Heródoto relata que Tales de Mileto, uno de los primeros filósofos griegos, predijo un eclipse solar durante una batalla entre lidios y medos en el año 585 a. C. Cuando el cielo se oscureció en plena lucha, los ejércitos enemigos quedaron tan conmocionados que pactaron una tregua.
Durante siglos, muchos dudaron de que semejante predicción fuera posible en el mundo antiguo. Sin embargo, los cálculos astronómicos modernos confirman que ese mismo día se produjo un eclipse total en la región, lo que convierte, si damos crédito a Heródoto, este episodio en una de las primeras predicciones astronómicas registradas.
Las leyendas chinas hablan de la “inundación de Gun-Yu”, un desastre tan grande que habría durado décadas y anegado aldeas y tierras de cultivo. En estas historias, el héroe Yu logra domar las aguas, una hazaña tan extraordinaria que lo lleva a fundar la dinastía Xia, considerada la primera de China.
¿Un mito? Quizás no del todo. Pruebas geológicas apuntan a que, hacia el 1920 a. C., un terremoto provocó un enorme derrumbe que desencadenó una inundación de agua dulce, posiblemente una de las mayores de la historia. Algunos arqueólogos sostienen que este suceso real pudo haber inspirado la leyenda del origen de la dinastía Xia.
A menudo subestimamos las capacidades tecnológicas de nuestros antepasados, pero en 1901 unos buzos que exploraban un naufragio frente a la isla griega de Anticitera recuperaron una masa corroída de bronce que resultó ser el primer ordenador analógico de la historia.
El mecanismo de Anticitera, datado en el siglo II a. C., contenía 30 engranajes entrelazados capaces de predecir eclipses, seguir los movimientos planetarios e incluso marcar los años olímpicos. No puede compararse con un ordenador portátil, pero sigue siendo una auténtica obra maestra de la ingeniería helenística.
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El misterio de la ciudad perdida de la Atlántida perdura hasta hoy, pero podría tener su origen —aunque de forma vaga— en un suceso real. Hacia el 1600 a. C., un volcán en la isla griega de Santorini (entonces llamada Thera) entró en erupción con una de las explosiones más grandes de los últimos 10.000 años.
Sabemos que ocurrió por las gruesas capas de ceniza que sepultaron la ciudad minoica de Akrotiri (en la imagen), por la piedra pómez hallada en lugares tan lejanos como Turquía y Egipto, por los daños del tsunami en la costa de Creta y por los restos de sulfato detectados en núcleos de hielo de Groenlandia. La erupción destruyó asentamientos, generó tsunamis y pudo haber inspirado relatos de mundos perdidos como la Atlántida, mencionada por el filósofo griego Platón más de un milenio después.
La mitología maya cuenta la historia de los héroes gemelos Hunahpú y Xbalanqué, que atravesaron numerosas pruebas, murieron y renacieron como figuras divinas vinculadas al maíz, la lluvia y la renovación.
En Chichén Itzá (en la imagen), arqueólogos han estudiado recientemente 64 esqueletos de bebés varones, algunos de ellos gemelos genéticamente idénticos, que probablemente fueron sacrificados ritualmente y enterrados en una cisterna cercana a un cenote sagrado entre los años 500 y 900 d. C. Estos hallazgos sugieren claramente que ceremonias reales se inspiraron en la historia de los héroes gemelos.
Los antiguos registros chinos describen al príncipe Gao, hijo del primer emperador de China, Qin Shi Huang, pidiendo ser enterrado en el gran mausoleo imperial. Durante siglos no se encontró rastro alguno, hasta que los arqueólogos desenterraron un enorme ataúd de 16 toneladas cerca del Ejército de Terracota, repleto de jade, monedas, armas y figuras de camellos de oro y plata.
El tamaño y el contenido coinciden con los relatos sobre el entierro del príncipe Gao, lo que sugiere que este legendario lugar de descanso real podría haber sido encontrado al fin.
Los textos griegos antiguos hablaban de Thonis-Heracleion, un resplandeciente puerto egipcio donde se veneraba a Heracles y comerciaban mercaderes de todo el Mediterráneo. En la Edad Media, había desaparecido sin dejar rastro, lo que llevó a muchos a pensar que se trataba simplemente de una leyenda marinera.
Pero en el año 2000, el arqueólogo submarino Franck Goddio encontró la ciudad perdida bajo las aguas, frente a las costas de Alejandría. Templos, estatuas colosales, monedas de oro y objetos cotidianos permanecían conservados en el fondo del mar, testimonio de una próspera metrópolis engullida por el mar, probablemente tras varios terremotos y la subida del nivel del mar.
Las historias de la antigua Grecia contaban que los prisioneros troyanos fundaron una ciudad llamada Tenea tras la caída de Troya, aunque durante siglos algunos historiadores dudaron de su existencia.
Todo cambió cuando las excavaciones iniciadas en 2013 sacaron a la luz sarcófagos, estatuas y restos de edificios justo en el lugar señalado por la leyenda. Los arqueólogos han confirmado que se trata de Tenea, devolviendo al mapa otra ciudad que se creía perdida.
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