Cuando pensamos en imperios antiguos, solemos imaginar ruinas célebres como la Acrópolis de Atenas o el foro romano. Sin embargo, hay muchas ciudades actuales que, pese a parecer anodinas, fueron en su día bastiones imperiales de poder e influencia. Algunas fueron capitales efímeras de imperios legendarios. Otras fueron las primeras urbes de civilizaciones que el tiempo ha desdibujado.
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Adaptado al español por Ana Niño, Redactora en español para loveEXPLORING.
En el año 408 d. C., el emperador Honorio hizo una declaración sorprendente: Roma era historia y la capital del decadente Imperio romano pasaba a ser la ciudad norteña de Rávena.
La nueva capital estaba rodeada de marismas y resultaba más fácil de defender frente a las tribus bárbaras, pero el astuto plan de Honorio para salvar el imperio no funcionó: los enemigos de Roma simplemente rodearon Rávena y tomaron Roma igualmente. Como resultado, el imperio se desmoronó en menos de 70 años, dejando a Rávena como capital de un nuevo reino controlado por pueblos bárbaros.
La ciudad que gobernó durante la caída del Imperio romano cuenta hoy con unos 150.000 habitantes, y su pasado tardorrománico se refleja sobre todo en dos monumentos históricos.
El Baptisterio neoniano, de planta octogonal, es la estructura más antigua que se conserva en Rávena y alberga unos impresionantes mosaicos en la cúpula. El Mausoleo de Gala Placidia (en la foto) debe su nombre a la esposa del emperador Honorio y, aunque ella nunca fue enterrada allí, conserva otra espectacular colección de mosaicos.
La ciudad de Kaifeng, situada en el centro-este del país, es relativamente pequeña para los estándares chinos, con algo menos de 1,5 millones de habitantes. Sin embargo, fue una de las llamadas “siete capitales antiguas” de China, concretamente durante el siglo XI d. C., cuando fue capital de la dinastía Song del Norte.
Kaifeng, que quizá fue la ciudad más grande del mundo durante su apogeo imperial —aunque apenas alcanzaba un tercio de su tamaño actual—, era una metrópolis próspera situada en el corazón de la floreciente red de canales de China.
Kaifeng fue capital imperial en ocho ocasiones diferentes. Su fascinante pasado se conserva en monumentos como el templo Daxiangguo, que data de mediados del siglo VI, y las murallas del siglo XVII que todavía rodean el casco antiguo.
Quizá el edificio más emblemático de la ciudad sea la Pagoda de Hierro, de 13 pisos, considerada la primera torre de hierro del mundo, construida durante el apogeo de Kaifeng en 1049. Las oficinas gubernamentales reconstruidas de la época Song se utilizan para recreaciones coloridas de la vida imperial, con actores caracterizados.
Wetzlar fue durante siglos una ciudad importante dentro del Sacro Imperio Romano Germánico (una de las monarquías más poderosas de Europa durante más de 800 años) y ya en el año 1200 obtuvo el derecho a gobernarse con cierta autonomía.
Pero en 1689, Leopoldo I eligió Wetzlar como nueva sede de la Corte Imperial. Durante los siguientes 117 años, los jueces de Wetzlar resolvieron disputas de toda Europa central y la ciudad disfrutó de un estatus privilegiado como una de las capitales honoríficas del imperio.
Hoy en día, Wetzlar es una pequeña ciudad de 55.000 habitantes salpicada de edificios históricos. Es difícil pasar por alto la catedral, que domina el horizonte, y a pocas calles de allí se encuentra el antiguo ayuntamiento, que fue requisado por la Cámara Imperial.
La mejor forma de conocer Wetzlar es simplemente pasear por su pintoresco casco antiguo y contemplar lo que en su día fue el último bastión de la justicia del Sacro Imperio Romano Germánico.
Durante más de 300 años, los gobernantes del Imperio etíope vagaron por su reino sin permanecer nunca mucho tiempo en un mismo lugar. Todo eso cambió en 1635, cuando el emperador Fasilides se cansó de la vida nómada y deseó tener un lugar al que llamar hogar.
Fundó entonces una ciudad que fue capital durante los dos siglos siguientes y que dio nombre al periodo gondarino, una época dorada de la historia de Etiopía. Gondar fue creciendo a medida que cada nuevo gobernante intentaba dejar su huella con un nuevo palacio, una iglesia u otro gran proyecto arquitectónico.
Gondar es hoy una ciudad activa con una población de unos 450.000 habitantes, una cifra nada desdeñable, aunque muy alejada de los varios millones que viven en la actual capital, Addis Abeba. Sus raíces reales están protegidas tras las altas murallas del Fasil Ghebbi, que significa literalmente “el recinto de Fasil”.
Este vasto conjunto, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), alberga seis castillos, tres iglesias, una biblioteca, una casa de baños y jaulas que en su día contuvieron a los leones de la colección de animales salvajes de la realeza.
No te pierdas la visita guiada para conocer de primera mano las maquinaciones e intrigas de la corte…
El Imperio de Nicea, que duró 57 años, puede parecer efímero a primera vista, pero fue parte de un reino mucho más longevo. El Imperio bizantino llevaba casi mil años de historia cuando los cruzados europeos saquearon y conquistaron su capital, Constantinopla, en 1204.
La aristocracia bizantina huyó hacia el sur y estableció una nueva corte en Nicea hasta que lograron reconquistar Constantinopla en 1261. Sin embargo, el antiguo orden no perduró mucho tiempo en esta ciudad turca, que había sido capital: Nicea fue tomada por los otomanos en 1331 y rebautizada como Iznik.
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800 años después de su momento de gloria, Iznik cuenta hoy con menos de 25.000 habitantes. Muchos de sus monumentos históricos datan del periodo otomano, aunque también se conservan vestigios de la época bizantina. Las antiguas murallas siguen rodeando la ciudad y la iglesia de Santa Sofía fue transformada en mezquita, aunque mantiene su estructura original.
Recientemente, se ha descubierto otra iglesia bizantina sumergida en el lago Iznik y ya hay planes para convertirla en un museo submarino.
Durante gran parte de su historia, el poderoso Imperio mogol tuvo su sede en la ciudad de Agra, hoy famosa en todo el mundo por el Taj Mahal. Sin embargo, durante un periodo de 14 años que comenzó en 1571, la capital se trasladó.
En agradecimiento al santo sufí Shaikh Salim Chishti, que predijo correctamente el nacimiento de un heredero al trono mogol, el emperador Akbar decidió mover toda su corte 35 kilómetros al oeste, a la casa del santo en Sikri. Pronto, Akbar transformó la pequeña aldea en Fatehpur Sikri, “la ciudad de la victoria”.
En la actualidad, Fatehpur Sikri vuelve a ser una ciudad con una pequeña población de unos 30.000 habitantes, dedicada principalmente al turismo. Los visitantes llegan desde lejos para admirar la impresionante mezquita Jama Masjid, con su colosal puerta Buland Darwaza y los tres palacios de la efímera capital.
Cuenta la leyenda que las tres residencias fueron construidas para las tres esposas de Akbar: una cristiana, una hindú y una musulmana. La escala de las construcciones de esta ciudad, en gran parte abandonada, sigue asombrando, sobre todo si se tiene en cuenta que la capital apenas llegó a la adolescencia.
Los vikingos no formaban un pueblo unificado, y Escandinavia estaba salpicada de pequeños estados enfrentados entre sí, gobernados por reyes, jarls y caudillos. Pero un lugar que podía reivindicar con fundamento ser el corazón del reino vikingo tardío era Roskilde, un asentamiento situado en la isla de Selandia.
Fundada hacia el año 980 por Harald Bluetooth, rey de Dinamarca y posteriormente de Noruega, Roskilde se desarrolló en torno al palacio de Bluetooth y a una iglesia que se convirtió en el lugar de enterramiento tradicional de los monarcas daneses.
Los 50.000 daneses que viven hoy en Roskilde se ganan bien la vida gracias a sus antepasados vikingos. Quienes se animen a hacer el breve trayecto desde Copenhague pueden subir a un barco vikingo en el Museo de los Barcos Vikingos y visitar la tumba de Harald Bluetooth (en la imagen) en la catedral de Roskilde (aunque hoy en día existen dudas sobre si realmente fue enterrado allí).
La ciudad también mira al siglo XXI gracias al Museo Ragnarock de Cultura Pop, Rock y Juventud y al mayor festival de música del norte de Europa.
Los gobernantes imperiales deberían andarse con cuidado si Harran se convierte en su capital. Esta ciudad lo fue para tres imperios distintos: el neoasirio (612-609 a. C.), el califato omeya (744-750 d. C.) y el emirato de los Numayrid (990-1081 d. C.), pero en cada caso, la dinastía que la gobernaba estaba en decadencia.
Los mongoles no cometieron el mismo error: cuando conquistaron Harran en 1260, la saquearon y la dejaron prácticamente deshabitada. No volvió a tener una población residente estable hasta la década de 1840.
En la actualidad, unos 10.000 habitantes viven en Harran y colaboran en la conservación de los vestigios antiguos del lugar: la ciudadela en ruinas de Harran Kalesi y la mezquita derruida de Ulu Cami (en la imagen), que data del periodo omeya.
Las características casas colmena de Harran son en su mayoría construcciones del siglo XX —las paredes de barro y estiércol de camello no duran para siempre—, pero las viviendas actuales siguen el mismo estilo que las de la época asiria y resultan sorprendentemente frescas en su interior.
Cuando las legiones del emperador romano Claudio cruzaron el mar hacia Inglaterra en el año 43 d. C., Londres no era más que una aldea pantanosa a orillas del Támesis. Para los romanos, el gran objetivo era Colchester, capital de la poderosa tribu de los catuvellaunos, que ofreció una feroz resistencia a la invasión.
Tras su victoria, los romanos convirtieron Colchester en su capital imperial, un estatus que mantuvo durante 17 años. Lo perdió en favor de la floreciente Londres debido a Boudica, reina de los icenos, cuya rebelión contra Roma en el año 61 d. C. redujo Colchester a cenizas.
Las cenizas de la primera capital de Britania yacen bajo el castillo de Colchester. Aunque la fortaleza actual es de origen normando y data del siglo XI, se construyó sobre los restos calcinados del vasto Templo de Claudio.
Puede que Boudica provocara la caída de Colchester, pero recientemente otra reina le devolvió protagonismo: Isabel II le concedió el estatus oficial de ciudad, en uno de sus últimos actos antes de fallecer.
Según la tradición, Japón había sido gobernado por 42 emperadores y emperatrices antes de la llegada al trono de la emperatriz Genmei en el año 707 d. C., pero ella rompió rápidamente con la norma al establecer por primera vez una capital permanente. El lugar elegido fue Heijo, conocida hoy como Nara, y la ciudad se diseñó rápidamente en forma de cuadrícula, lista para recibir a la emperatriz en el año 710.
Nara solo fue capital durante 74 años, hasta que el emperador Kammu trasladó su corte a Heian-Kyo (la actual Kioto). Kammu quería distanciarse de la creciente influencia del clero budista en Nara, y tanto la casa imperial como la religión nacional siguen dejando su huella en esta ciudad de 360.000 habitantes.
No hay que perderse el templo Todaiji (en la imagen) y el palacio Heijo, ambos construidos durante la época en que los emperadores residían en Nara. El templo Horyuji es aún más antiguo y presume de albergar el edificio de madera más antiguo del mundo.
El momento de gloria de Valladolid fue breve. El rey Felipe III trasladó la corte de Madrid a Valladolid en 1601, por consejo del duque de Lerma, aparentemente para que este pudiera comprar tierras alrededor de la antigua capital a precio reducido.
Tras solo cinco años, un brote de peste obligó al regreso inmediato de la corte a Madrid, y el duque de Lerma amasó una fortuna vendiendo sus nuevas propiedades a la corona. Hoy en día, Valladolid apenas figura entre las 15 ciudades más grandes de España.
El casco antiguo de Valladolid conserva algunas de las mejores muestras de arquitectura renacentista de España. La catedral fue concebida para ser la más grande de toda Europa, en consonancia con el estatus de la ciudad como capital del país.
Cuando el rey volvió a Madrid, los planes del arquitecto se redujeron, pero el edificio resultante sigue siendo imponente. La Plaza Mayor sirvió de modelo para la plaza central de Madrid, que lleva el mismo nombre, y el majestuoso Colegio de San Gregorio alberga hoy el Museo Nacional de Escultura. En la imagen se ve la iglesia de San Pablo.
Cuesta imaginar que la actual ciudad etíope de Axum fuera en su día la capital de un imperio que rivalizaba con Roma y Persia. Hoy viven allí menos de 100.000 personas, entre antiguas ruinas donde destacan unos enormes obeliscos conocidos como estelas.
El Obelisco de Axum, de 160 toneladas, fue devuelto recientemente por Italia tras haber sido expoliado en la década de 1930, mientras que la Gran Estela nunca hizo honor a su nombre: probablemente se derrumbó y se rompió durante su construcción.
Durante los siglos V y VI, el reino cristiano de Axum fue una gran potencia —o lo más parecido a una potencia mundial en aquella época— que dominaba una extensa región del noreste de África, así como parte de la península arábiga.
Este reino mantenía relaciones habituales con el mundo grecorromano, controlaba el comercio entre Roma y la India y había adoptado el griego como lengua administrativa. Una serie de guerras con Persia hizo que Axum perdiera sus territorios árabes a finales del siglo VI, y en el siglo VII entró en un declive irreversible.
A finales del siglo XVII, los colonos británicos que vivían en el Nuevo Mundo decidieron trasladar la capital de la colonia de Virginia desde Jamestown, una zona propensa a accidentes y donde la sede del gobierno se había incendiado en dos ocasiones, a una pequeña aldea del interior conocida simplemente como Middle Plantation.
Desde esos humildes comienzos, la ciudad de Williamsburg fue creciendo. Fue capital de Virginia hasta la Guerra de Independencia de EE.UU., cuando el gobernador Thomas Jefferson temió que fuera demasiado vulnerable a los ataques de los leales a la Corona.
Tras la independencia de EE.UU., Williamsburg entró rápidamente en decadencia. Fue rescatada por el turismo a principios del siglo XX, cuando miles de estadounidenses empezaron a visitar la ciudad en busca de los orígenes de su nación.
Hoy, unos 15.000 habitantes viven a la sombra de su principal atracción: un museo de historia viva con edificios restaurados y réplicas del periodo colonial, animado por actores vestidos con trajes de época. Ofrece al público general la oportunidad de seguir los pasos de los Padres Fundadores.
El Imperio otomano estaba en plena expansión cuando el sultán Murad I invadió territorios controlados por Bulgaria y conquistó la antigua ciudad romana de Adrianópolis en la década de 1360. Poco después, rebautizó su nueva posesión como Edirne y la convirtió en capital del imperio, lo que dejaba claro que los otomanos tenían la intención de afianzarse en los Balcanes a largo plazo.
Edirne fue la sede de los sultanes durante casi un siglo, hasta que los otomanos arrebataron a los cristianos una ciudad aún más prestigiosa: Constantinopla, hoy conocida como Estambul.
Hoy en día, Edirne marca la frontera noroeste de Turquía y alrededor de 143.000 personas la consideran su hogar. Muchos de sus primeros monumentos y edificios otomanos se conservan en buen estado, entre ellos tres mezquitas del siglo XV y el palacio imperial mandado construir por el sultán Murad II.
Los principales lugares de interés están a poca distancia unos de otros en esta agradable ciudad ribereña. Como puerta de entrada de Turquía a Europa, Edirne es un crisol de tradiciones gastronómicas y culturales tanto europeas como anatolias.
Los romanos disfrutaban de las aguas termales de los manantiales naturales de Aquisgrán, pero la ciudad cobró mayor importancia después de la marcha de las legiones, cuando los reyes francos construyeron allí un castillo. Unas décadas más tarde, el rey Carlomagno convirtió la ciudad en su capital por su ubicación estratégica dentro de sus dominios.
Posteriormente, amplió tanto sus posesiones que el papa León III lo nombró nuevo emperador de Roma el día de Navidad del año 800, acto que dio origen al longevo Sacro Imperio Romano Germánico.
En la actualidad, las sinuosas fronteras de los Países Bajos hacen que Aquisgrán sea una ciudad alemana situada justo al lado de Bélgica y los Países Bajos. Sus 270.000 habitantes viven también a la sombra de la catedral de Aquisgrán (en la imagen), construida por orden de Carlomagno y que sigue siendo el lugar donde reposan sus restos.
En el tesoro de la catedral se conservan numerosos objetos del antiguo Sacro Imperio Romano Germánico y, en los alrededores del templo, se mantienen en pie muchos edificios medievales que sobrevivieron a los horrores de la guerra del siglo XX.
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