La historia del mundo es, quizás por desgracia, la historia de los imperios. Desde tiempos inmemoriales, los seres humanos han tratado de someter a otros, y algunos han demostrado ser especialmente buenos en ello.
En este artículo, hemos recopilado y clasificado los imperios más poderosos e influyentes de la historia, desde los dominios globales del colonialismo europeo hasta las grandes conquistas del mundo antiguo.
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Adaptado al español por Alba Mora Antoja, Redactora en Español para loveEXPLORING.
El viaje de Cristóbal Colón en 1492 se suele describir como un momento fundacional para América, pero en aquel momento no fue América lo que se fundó. Colón navegó bajo el patrocinio de la corona española, y España se apresuró a plantar su bandera en el llamado "Nuevo Mundo". Los conquistadores reclamaron rápidamente vastos territorios a punta de mosquete, un arma temible que aterrorizaba a los pueblos indígenas.
Hernán Cortés apenas contaba con 500 soldados a su mando cuando desembarcó en México y derrocó el Imperio azteca, mientras que Francisco Pizarro derribó al poderoso Imperio inca con solo 180 hombres. En ambos casos contaron con la ayuda de aliados locales, pero fue, por decirlo suavemente, una lucha desigual.
En comparación con otros imperios europeos, el Imperio español surgió rápidamente, decayó pronto y causó una devastación especial. España saqueó las riquezas de sus nuevos territorios y envió "armadas del tesoro" a través del Atlántico cargadas de plata y oro. Mientras tanto, las enfermedades, la esclavitud y la guerra acabaron prácticamente con grupos étnicos enteros.
El control español se extendió finalmente desde el extremo sur de Sudamérica hasta la actual frontera con Canadá. Por otro lado, la incorporación de Filipinas en 1565 convirtió a España en el primer imperio verdaderamente global de la Tierra.
El Imperio español alcanzó una riqueza espectacular, pero se desintegró rápidamente tras la invasión de España por Napoleón en 1808. Uno a uno, sus territorios declararon su independencia: Colombia en 1810, Argentina en 1816, Perú en 1821, México en 1823, etc. Hoy en día, el legado del imperio es fácil de ver, gracias al carácter latino de América Latina.
El idioma, la religión, la cultura y la composición étnica reflejan la historia colonial de la región, mientras que la arquitectura colonial española domina los centros de la mayoría de las grandes ciudades.
Hay cuatro o cinco dinastías chinas que podrían ocupar este lugar, pero nos hemos decantado por la Han, una dinastía antigua poco conocida pero muy influyente. La primera dinastía imperial de China, la Qin (221-206 a. C.), duró solo 15 años y tuvo un único emperador real. Así, correspondió al Imperio Han construir el estado imperial que perduraría durante más de dos milenios.
La dinastía Han fue la dinastía imperial más longeva con diferencia, ya que duró 200 años antes de Cristo y otros 200 después. Los Han son tan fundamentales en la historia de China que los chinos Han siguen siendo el nombre del grupo étnico dominante en China.
Hay cuatro o cinco dinastías chinas que podrían ocupar este lugar, pero nos hemos decantado por la Han, una dinastía antigua poco conocida pero muy influyente. La primera dinastía imperial de China, la Qin (221-206 a. C.), duró solo 15 años y tuvo un único emperador real. Así, correspondió al Imperio Han construir el estado imperial que perduraría durante más de dos milenios.
La dinastía Han fue la dinastía imperial más longeva con diferencia, ya que duró 200 años antes de Cristo y otros 200 después. Los Han son tan fundamentales en la historia de China que los chinos Han siguen siendo el nombre del grupo étnico dominante en China.
Conozcamos un poco más cómo consiguió la dinastía Han tener tanto dominio...
Los primeros años de la dinastía Han marcan uno de los dos o tres momentos de la historia mundial en los que China podía presumir de ser la civilización más avanzada del planeta. La rápida expansión militar se vio respaldada por una burocracia estatal cada vez más amplia, alimentada por el famoso sistema de exámenes para acceder a la función pública, que seguiría proporcionando funcionarios al Estado durante los siguientes 2000 años.
Su red tributaria era la envidia del mundo antiguo e incluía el monopolio estatal de la producción de sal, que no se relajó hasta 2014.
Si pararas a alguien por la calle y le pidieras que enumerara las dinastías imperiales de China, probablemente le costaría responder. Quizás conozca la dinastía Ming (1368-1644), que dio al mundo la Ciudad Prohibida y la Gran Muralla China, y es famosa por sus valiosos jarrones azules y blancos. O tal vez la dinastía Qing (1644-1911), la más reciente de China, que fue repetidamente intimidada por las potencias coloniales europeas.
Muy pocos conocerían la dinastía Han, pero este oscuro imperio creó los mecanismos estatales que impulsaron a la China imperial hacia la gloria.
El historiador griego Heródoto escribió que a los niños persas se les enseñaban tres cosas: montar a caballo, disparar con arco y decir la verdad. Hoy en día es difícil evaluar su veracidad, pero tenemos pruebas suficientes de que los persas destacaban en las otras dos.
A menudo se le denomina simplemente "el Imperio persa", pero ha habido varios imperios persas, por lo que los historiadores deben ser más específicos. El Imperio aqueménida se describe a menudo como el primer gran imperio de la historia. Bajo su fundador, Ciro el Grande, los persas arrasaron el Oriente Próximo a partir del 550 a. C. aproximadamente, conquistando las grandes ciudades de Babilonia y Asiria y sometiendo al antiguo reino de Egipto.
Hoy en día, los persas son más recordados por sus intentos fallidos de conquistar Grecia, pero esas derrotas solo son famosas porque Grecia era un país muy débil, un lugar apartado en las fronteras de la superpotencia de la época.
Desde su capital construida expresamente en Persépolis, el rey de reyes persa gobernaba un estado avanzado y centralizado con servicio postal, proyectos de construcción de carreteras y una extensa administración pública.
Estaba protegido por un ejército profesional equipado con carros, jinetes de camellos y elefantes de guerra entrenados en la India. En su corazón se encontraban los llamados Inmortales, una unidad de infantería pesada de élite que protegía al rey.
Quizás fue necesario el conquistador más grande de la historia para doblegar al Imperio aqueménida. En el año 334 a. C., Alejandro Magno (en la imagen) se embarcó en una campaña de conquista de diez años en la que nunca conoció la derrota, a pesar de estar constantemente en inferioridad numérica.
En ningún lugar fue tan superado en número como en la batalla de Gaugamela, en la que sus tropas, agotadas por la guerra, se enfrentaron a todo el poderío del ejército imperial persa, liderado por el rey de reyes Darío III. La rapidísima caballería de Alejandro se alzó con la victoria y Darío, que huía, acabó siendo asesinado.
A la muerte de Alejandro en Babilonia a los 32 años, su imperio fue dividido entre sus generales y el dominio aqueménida dejó de existir.
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Es más difícil mantener un territorio que conquistarlo, y la mayoría de los grandes imperios duraron menos de lo que crees. Los aztecas duraron menos de dos siglos, los aqueménidas un poco más, y los Han fueron la única dinastía imperial china que superó los 300 años.
Los otomanos, por su parte, dominaron partes de Europa y Oriente Medio durante seis siglos (1299-1922), convirtiéndose en la potencia musulmana más influyente de la historia. Desde su capital en Constantinopla (la actual Estambul, en Turquía), los sultanes otomanos controlaban las lucrativas rutas comerciales entre Oriente y Occidente, y sembraron el terror en los corazones de reyes cristianos y sahs persas por igual.
La historia otomana se suele contar en dos partes: un ascenso inexorable bajo los diez primeros sultanes, que alcanzó su apogeo con Solimán el Magnífico (1520-1566), seguido de siglos de lento declive.
Estos primeros sultanes comenzaron sus reinados asesinando ritualmente a todos sus hermanos, una medida totalmente legal destinada a evitar disputas sucesorias. En la guerra contaban con los jenízaros, un cuerpo de élite de soldados esclavos reclutados entre los pueblos conquistados a una edad temprana y entrenados en el uso de armas de fuego, lo que les convirtió en dominantes en los campos de batalla del siglo XVI.
Bajo el mando de Solimán, los ejércitos otomanos invadieron Europa, deteniéndose solo a las puertas de Viena, y extendiendo su dominio sobre 25 millones de personas.
Aunque la narrativa del "declive" ha sido criticada por los historiadores modernos, los siglos XVII, XVIII y XIX fueron sucesivamente menos benévolos con los otomanos. Primero los persas en el este y luego los británicos, franceses y rusos en el oeste comenzaron a desafiar la hegemonía otomana, y el imperio pasó a ser conocido como "el hombre enfermo de Europa".
El Imperio otomano acabó finalmente en la ignominia, con la derrota en la Primera Guerra Mundial y el genocidio armenio, un crimen atroz a nivel estatal que se saldó con la muerte de hasta 1,2 millones de armenios entre 1915 y 1916. En 1923, el imperio se refundó como la moderna República de Turquía.
El Imperio británico en su apogeo cubría una cuarta parte del globo. Nos llevaría mucho tiempo enumerar todas sus colonias, pero India, Canadá, Sudáfrica, Jamaica, Australia, Nueva Zelanda, Bangladesh y Kenia estuvieron en su día bajo el dominio británico.
El imperio se levantó gracias a la Marina Real, que dominó los mares hasta las guerras mundiales y llevó el dominio británico a más de 33,5 millones de kilómetros cuadrados de territorio extranjero, el imperio más grande jamás creado.
A diferencia de otros, el Imperio británico se fundó más en el comercio que en la conquista militar, centrándose inicialmente en establecer relaciones comerciales favorables y explotar los recursos.
La expansión hacia la India, por ejemplo, fue llevada a cabo principalmente por la Compañía Británica de las Indias Orientales, una empresa privada interesada ante todo en los beneficios, y el historiador John Seeley comentó famosamente que el imperio creció "en un arranque de distracción".
Sin embargo, los victorianos se enorgullecían de su dominio, que muchos en Londres consideraban una misión benevolente y civilizadora. En las colonias, los fusiles Enfield de los batallones imperiales británicos de casacas rojas se encargaban de que la realidad fuera muy diferente.
A día de hoy, ese dominio sigue siendo muy evidente en los territorios colonizados. ¿Adivinas cómo?
Al igual que el Imperio español, el colonialismo británico perdura en el idioma, las costumbres, la arquitectura y la religión, además de en la institución de la Commonwealth, una asociación de 56 territorios, en su mayoría antiguos, algunos de los cuales mantienen a la monarquía británica como jefe de Estado.
Uno de los imperios más recientes de esta lista, su legado sigue siendo, por decirlo suavemente, controvertido. El historiador Niall Ferguson escribe que el imperio "mantuvo una paz mundial sin precedentes", mientras que su colega David Olusoga lo califica de "extractivo, explotador, racista y violento".
El Imperio mongol, el mayor imperio terrestre jamás creado, se extendía desde Polonia, al oeste, hasta el mar de Japón, al este, y desde el círculo polar ártico, al norte, hasta el océano Índico, al sur.
En 1206, el conquistador Gengis Kan unió a las tribus mongolas para iniciar una era de conquistas sin parangón en la historia de la humanidad, que irrumpió desde las estepas de Asia Central con un ejército imparable de jinetes altamente entrenados que podían disparar con precisión desde la silla de montar y recorrer enormes distancias mientras vivían de la tierra.
El mantra mongol era sencillo: rendirse inmediatamente y salvar la vida, o resistir y ser destruido. Los relatos de sus conquistas están salpicados de nombres de grandes ciudades y pueblos hoy poco conocidos, porque nunca se recuperaron de su destrucción.
En 1258, los mongoles sitiaron Bagdad, la ciudad más grande del mundo islámico, y la redujeron a cenizas. Los cadáveres se contaban por cientos de miles y, según se dice, el río se tiñó de negro con la tinta de las bibliotecas de la ciudad.
Los mongoles inspiraron tal terror que muchas ciudades optaron por rendirse preventivamente semanas o incluso meses antes, mientras que en Europa se les consideraba un castigo apocalíptico de Dios.
Los mongoles merecen totalmente su reputación de sanguinarios a escala industrial, pero construyeron tanto como destruyeron. En China fundaron una dinastía imperial, la Gran Yuan, y los súbditos sumisos disfrutaban de libertad religiosa y protección frente a los invasores.
El imperio era demasiado grande para durar, y su división en cuatro kanatos en 1294 fue seguida por una desintegración total, pero su legado sigue siendo incalculable. Solo Gengis Kan tiene alrededor de 16 millones de descendientes varones vivos, mientras que las campañas mongolas provocaron migraciones sin precedentes de personas entre Oriente y Occidente.
En toda Asia hubo un antes y un después de los mongoles, y las dos eras son muy, muy diferentes.
Nuestra elección como el imperio más influyente de la historia, y no es una opinión controvertida, es el Imperio romano.
Roma gobernó Oriente Próximo y el Mediterráneo con mano de hierro, primero como república y luego, desde año 27 a. C., como imperio, bajo emperadores emblemáticos como Augusto, Calígula, Nerón, Claudio, Adriano y Marco Aurelio. Adelantada a su tiempo en casi todos los campos, Roma fue prácticamente imparable durante varios siglos.
Roma no solo dominó su época, sino que ha dominado gran parte de la historia desde entonces. Una tendencia reciente en TikTok consistía en que las mujeres preguntaban a sus novios con qué frecuencia pensaban en el Imperio romano, y la respuesta general era: mucho.
Roma sigue siendo poderosa en parte porque sabemos mucho sobre ella. Los poemas de Virgilio, las cartas de Cicerón y las historias de Tácito han sobrevivido al paso de los milenios, y las imágenes de senadores con togas y gladiadores luchando perduran en el imaginario popular.
Las lenguas europeas están plagadas no solo de palabras latinas, sino de frases completas en latín (alter ego, per se, de facto, bona fide, etc.), mientras que seguimos utilizando una versión adaptada del calendario de Julio César.
Los estilos románicos siguen prosperando en el arte y la arquitectura: desde las columnas neoclásicas del Capitolio de los Estados Unidos hasta las pinturas y esculturas del Renacimiento, que tenían como objetivo explícito revivir la estética y la filosofía romanas.
De hecho, Roma fue tan influyente que muchos imperios se han autodenominado sus sucesores. El Sacro Imperio Romano lo hizo de una manera muy literal, al igual que el Imperio ruso ("zar" proviene de "césar"), y los sultanes otomanos se autodenominaron Kayser-i Rum ("César de Roma") tras conquistar Constantinopla en 1453.
Incluso los Padres Fundadores de Estados Unidos invocaron deliberadamente a la República romana al redactar la Constitución. Probablemente nunca hayas oído hablar del sultán Mehmed II o de la capital mongola en Karakórum, pero todo el mundo ha oído hablar de Julio César y del Coliseo.
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