Pocos períodos de la historia de EE.UU. han sido tan idealizados como la época del Lejano Oeste. Se ha creado toda una mitología fronteriza que aún hoy resuena en la cultura estadounidense, poblada de vaqueros e indios, pistoleros y buscadores de oro.
Pero, ¿qué es mito y qué es realidad? Recorre esta galería para separar los hechos reales de la ficción de Hollywood...
Adaptado al español por Ana Sabin Paz, redactora en español para loveEXPLORING.
Es el clásico tópico de las películas del Oeste. Un forastero entra por las puertas batientes del salón, el piano deja de tocar y, tras unos segundos de silencio, se desata el caos. Mientras tanto, los forajidos galopan por la ciudad disparando al aire y se produce un duelo a pistola en la calle principal.
Si creemos en Hollywood, los habitantes del oeste americano arriesgaban sus vidas cada vez que iban a la tienda.
La verdad es que la mayoría de los pueblos del Salvaje Oeste tenían índices de homicidios mucho más bajos que las grandes ciudades como Nueva York y Boston. Los colonos llegaron al Oeste para labrarse una vida mejor y rápidamente se establecieron estructuras para que la vida fuera lo más segura y próspera posible.
Eso no quiere decir que no hubiera lugares que cumplieran con el estereotipo, como Dodge City, Kansas. Pero, en general, se podía disfrutar de una botella de whisky sin miedo a que te la rompieran.
El Salvaje Oeste tal y como lo retrataba Hollywood no era muy diverso. Tanto los vaqueros como los colonos eran predominantemente blancos. También lo eran los agentes de la ley que intentaban imponer algún tipo de orden. Las únicas personas de color eran los "alborotadores": los nativos americanos que luchaban por sus tierras o los mexicanos que causaban problemas desde el otro lado de la frontera.
Una representación más fiel habría mostrado al menos algunos vaqueros negros. Estos constituían hasta el 25% de los trabajadores del ganado.
Los vaqueros afroamericanos, que comenzaron como esclavos, desarrollaron habilidades para el cuidado del ganado en los ranchos. Tras la Proclamación de Emancipación, se convirtieron en vaqueros asalariados. De hecho, uno de los vaqueros más famosos fue Nat Love, un antiguo esclavo de Tennessee que se hizo famoso en todo el país por sus extraordinarias habilidades en el rodeo.
Tampoco era raro ver vaqueros mexicanos o nativos americanos (en la foto). Los vaqueros mexicanos fueron los primeros vaqueros, y trajeron sus habilidades centenarias al otro lado de la frontera. Los nativos americanos encontraron un uso para su incomparable destreza con los caballos después de ser desposeídos de sus tierras.
En la cultura popular estadounidense, la expansión hacia el oeste se presenta como una batalla existencial entre vaqueros e indios, cada uno luchando por el dominio de las nuevas y ricas tierras. Los valientes colonos se veían inevitablemente atrapados en medio, con sus ranchos sitiados e incendiados, y una lluvia de flechas mortales cayendo sobre ellos.
Sin embargo, la verdad se encuentra en algún punto intermedio. Muchos colonos dependían de la generosidad y los conocimientos locales de los nativos americanos para sobrevivir, desde la época de los peregrinos.
De hecho, había regiones enteras del Oeste donde las tribus nativas americanas convivían en relativa armonía. La mayoría de los colonos no buscaban pelea. Y los nativos americanos estaban encantados de intercambiar pieles y otros artículos por los productos importados que traían consigo (en la foto).
Los conflictos más sangrientos solían ser entre las tribus nativas americanas y las fuerzas gubernamentales. Y principalmente porque el hombre blanco (el gobierno) hablaba con lengua viperina, se apropiaba descaradamente de las tierras y renegaba de los tratados.
Hollywood te haría creer que todos los vaqueros del Salvaje Oeste llevaban un sombrero Stetson, como Gregory Peck en la película de 1969 Mackenna's Gold. Con una ala perfecta para saludar a una dama o a un compañero pistolero, este sombrero se ha convertido en un icono fácilmente reconocible del mítico Oeste americano.
Comprar un Stetson auténtico y mandarlo vaporizar y moldear para que se ajuste perfectamente es uno de los sueños de muchas personas. Pero la verdad es que muy pocos vaqueros del siglo XIX lo llevaban.
Por un lado, la marca Stetson no se fundó hasta 1865. E incluso después, muchos ganaderos y vaqueros preferían los sombreros baratos del ejército o incluso los sombreros mexicanos, que ofrecían una excelente protección contra el sol.
Los sombreros de copa también eran sorprendentemente populares. Su ajuste perfecto y su bajo centro de gravedad hacían que no se movieran al galopar a toda velocidad, a la vez que resultaban elegantes y aceptables para visitar un pueblo o un asentamiento. Mira a Butch Cassidy y su banda, muy elegantes aquí en 1901.
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Las películas del oeste de Hollywood nos hacen creer que los vaqueros siempre estaban en los pastos, conduciendo el ganado a través de ríos o contemplando paisajes épicos, reflexionando sobre la vida en las llanuras o quizás pensando en sus amadas en el pueblo.
Aunque eso podía ser cierto cuando realizaban la conducción anual del ganado, llevándolo hacia uno de los principales terminales ferroviarios desde donde se enviaba al mercado, esas rutas solo duraban entre tres y cinco meses.
El resto del año, los vaqueros volvían al rancho, alimentaban al ganado, reparaban edificios y vallas y, de vez en cuando, trasladaban el ganado de un pastizal a otro.
Lo más destacado del año era cuando llegaba el momento de atar al ganado para marcarlo y etiquetarlo, como se ve en esta foto tomada en un rancho de Dakota del Sur a finales del siglo XIX. Por lo demás, simplemente contaban los días que faltaban para poder ir al pueblo a armar jaleo.
Las películas de Hollywood, las series de televisión y las novelas baratas te hacen creer que la mayoría de las personas que vivían en el Salvaje Oeste morían de forma violenta y terrible. Si no te mataba un forajido, lo hacía una tribu indígena enfurecida. Y Dios no te ayudara si ofendías a alguien y tenías que participar en un duelo a muerte.
Sin embargo, la verdad es que las enfermedades eran la principal causa de muerte en el Salvaje Oeste. Y por un amplio margen. En el Oeste, al menos en la gran pantalla, morir a manos de un arma era inevitable. En algún momento, en algún lugar, había una bala con tu nombre.
Tanto en las rutas como en los asentamientos, las malas condiciones sanitarias provocaban que enfermedades como la disentería, la viruela, la tuberculosis y la gripe se propagaran como la pólvora.
La más mortal era el cólera. Las epidemias eran comunes y podían acabar con el 50-60% de la población de una caravana o un pequeño asentamiento. A los pacientes se les administraba alcanfor y láudano, pero eran poco más que analgésicos.
La expansión hacia el oeste creció rápidamente con el descubrimiento de oro en California en 1848. Los cables telegráficos zumbaban con historias de grandes fortunas que se podían hacer, y cuando el presidente James Polk confirmó los "relatos de abundancia de oro" en diciembre de ese mismo año, el goteo de gente que se dirigía al oeste se convirtió en una estampida.
Contrariamente a la bucólica escena que se muestra aquí, encontrar oro no era tan fácil, ni tan lucrativo, como los periódicos de la época hacían creer a los buscadores.
Aunque se extrajeron unos 2.000 millones de dólares (1.800 millones de euros) en oro, muy pocos mineros llegaron a levantar una pepita de oro y gritar "¡Eureka!". Como muestra esta foto tomada a unos buscadores en el río American, cerca de Sacramento, en 1852, condiciones eran caóticas y precarias, y las chances reales de hallar oro, mínimas.
Muy pocos mineros acabaron con algo que mostrar a cambio de su trabajo. Con una bolsa de harina que costaba $13 (11,9 euros, casi $365 / 335 euros actuales), solo los tenderos se hacían ricos.
En la mayoría de las películas del oeste, nunca verás a un vaquero sin su fiel arma de fuego. Ya sea un rifle para disparar a los indios que arman jaleo o una pistola, en su funda en la cadera, esperando a ser desenfundada rápidamente cuando se produzca el inevitable duelo en la calle principal (en la foto).
En realidad, llevar un arma de fuego en el Salvaje Oeste, especialmente dentro de los límites de la ciudad, era estrictamente ilegal. Se esperaba que los pocos vaqueros que llevaban armas las entregaran en la oficina del sheriff local nada más llegar.
De todos modos, la mayoría de los vaqueros no necesitaban armas de fuego. Su trabajo principal era pastorear el ganado, ya fuera entre los pastos de un rancho o a través de las llanuras hasta la estación de ferrocarril, donde se enviaba al este.
Para la mayoría de los vaqueros, su mejor amigo era el lazo, más que una pistola de seis tiros. Se trataba de una cuerda larga y ligera que colgaba del cuerno de la silla de montar, lista para ser utilizada para atrapar o atar al ganado. Era la herramienta más útil y, a menudo, la única de su arsenal.
La sabiduría convencional de Hollywood sostiene que todo el mundo montaba a caballo en el Oeste. Ya fuera para reunir ganado, perseguir a un forajido que huía o simplemente galopar por una cresta al atardecer, la potencia de los caballos era la mejor y única opción.
Pero con un buen corcel que costaba entre $150 (138 €) y $200 (183 €), y una silla de montar de al menos otros $60 (55 €), tener un caballo estaba fuera del alcance de la mayoría de la gente.
Los que vivían en asentamientos y pueblos simplemente caminaban. Los colonos que vivían fuera de la ciudad dependían de carromatos y carros, normalmente tirados por mulas o burros, que eran más baratos y resistentes.
Las diligencias se utilizaban para distancias más largas. Luego, cuando se completó el ferrocarril transcontinental en 1869 (en la foto), se empezaron a utilizar los trenes. Es posible que los vaqueros aún necesitaran montar a caballo para reunir el ganado, pero todos los demás se marchaban hacia el atardecer en los novedosos "caballos de hierro".
El noble vaquero, rudo y sin ataduras, ha sido una piedra angular del mito fundacional de EE.UU. desde que la primera película del Oeste apareció en la gran pantalla en 1903. De hecho, el economista de renombre mundial Eric Hobsbawm ha argumentado que esta imagen del lobo solitario de la frontera ha sido fundamental para crear el individualismo estadounidense que se refleja en la política y la economía del país.
Sin embargo, la realidad es que no eran tan solitarios ni honorables ni se parecían tanto a John Wayne como te han hecho creer.
La realidad es que ser vaquero era un trabajo difícil y peligroso que muchos aceptaban porque no tenían otra opción. El sueldo tampoco era muy bueno, y lo poco que ganaban se lo gastaban en el salón en las pocas ocasiones en que un vaquero llegaba al pueblo.
Tampoco tenían mucho tiempo para estar solos. Los vaqueros trabajaban en grupos (en la foto), todos tan sucios y desaliñados como los demás. La verdad es que los vaqueros de la vida real apestaban, literalmente.
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