Aunque es difícil negar los embriagadores encantos de las enérgicas ciudades españolas, a menudo pueden parecer superpobladas y ajetreadas. Pero incluso en el segundo país más visitado del mundo, hay muchos rincones de calma y aislamiento fuera de la ruta turística principal. Desde tranquilos puertos pesqueros y antiguas ciudades fortificadas hasta diminutos enclaves costeros y pueblos blancos empedrados, estos son solo algunos de los bonitos pueblecitos españoles que debes reservar para cuando te apetezca una vida tranquila.
Adaptado al español por Rocío Durán Hermosilla, Redactora en Español para loveMONEY.
Enclavado entre montañas de granito sobre la Costa Blanca, el pueblo de Guadalest (nombre completo: El Castell de Guadalest) domina las aguas de jade de su río homónimo y alberga a menos de 300 habitantes. El Castillo de L'Alcazaiba, construido durante la ocupación árabe de la Península Ibérica en el siglo XI, aún se alza hoy en el punto más alto del pueblo, mientras que a la parte más antigua del asentamiento medieval solo se puede acceder a pie a través de una puerta excavada en la roca. Guadalest se puede visitar fácilmente desde Alicante y Benidorm, por lo que es una estupenda excursión de un día.
Caravaca de la Cruz, moldeada por las cambiantes manos del dominio íbero, romano y musulmán, domina las extensas llanuras de Murcia desde lo alto de una colina. Sus plazas y calles serpenteantes han crecido a lo largo de los siglos alrededor de su castillo templario del siglo XV, mientras que la basílica de la pequeña ciudad alberga una cruz sagrada, de la que se dice que posee poderes curativos. Caravaca sigue siendo un lugar de peregrinación; visítala a principios de mayo para vivir la Fiesta de Moros y Cristianos, en la que los lugareños se visten con trajes de época, escenifican recreaciones de batallas y celebran los Caballos del Vino, un festival ecuestre inscrito en la UNESCO.
Con sus casas de color rosa y sus patios de murallas antiguas, Albarracín se recuperó del borde de la destrucción durante la Guerra de Sucesión y hoy en día es un perfecto mosaico de influencias mudejar y medievales. Aquí te esperan emociones tanto culturales como naturales: los acantilados de arenisca roja que rodean la ciudad son cantos de sirena para los escaladores, mientras que el Museo Diocesano de la ciudad, que contiene reliquias religiosas e intrincados tapices flamencos en el interior del antiguo Palacio Episcopal, es una visita obligada para los amantes de la historia.
Torreones grises, tejados de tejas y la torre gótica de San Pedro -la iglesia más antigua de la ciudad- dominan el horizonte de edificios de piedra avena de Olite. Antaño sede del poder en el histórico Reino de Navarra, Olite es tan pequeña que se puede recorrer en su totalidad en poco tiempo, pero trazar tu visita no supone ningún esfuerzo con calles tan hermosas como estas. No dejes de visitar el inmenso Palacio de los Reyes de Navarra, así como los museos de la ciudad dedicados a la viticultura local y a la historia medieval.
A menos de una hora en coche al sur de Barcelona, Sitges puede ser compacto, pero compensa con creces su modesto tamaño con un gran corazón. Acoge a barceloneses cansados de la ciudad que se retiran aquí los fines de semana, así como a turistas que buscan un ambiente más relajado. También es el destino de ocio nocturno de Cataluña para la comunidad LGBTQ+. Pasea por el paseo marítimo, sube las escaleras hasta la Iglesia de Sant Bartomeu y Santa Tecla, del siglo V, y cruza las pintorescas callejuelas empedradas del casco antiguo para ver este refugio costero en su máxima expresión.
Trevélez es el pueblo más alto de la España peninsular y una de las últimas incorporaciones a la Asociación de los Pueblos más Bonitos de España, que promueve los municipios patrimoniales de todo el país. Su aire limpio de montaña crea las condiciones perfectas para curar el jamón serrano por el que esta zona es alabada; acércate a un bar local para probarlo por ti mismo. Dividido en distritos bajo, medio y alto, el pueblo está servido por las aguas ricas en truchas del río Trevélez y es una base serena para los excursionistas que exploran el Parque Natural de Sierra Nevada.
Situado en una pequeña península frente a la espectacular costa de Murcia, Cabo de Palos recibe a los visitantes con su faro del siglo XIX, que se cierne sobre la ciudad. Inspirada en el Mar Menor, la mayor laguna de agua salada de Europa, la vida en Cabo de Palos siempre ha estado ligada al agua. El plato local, el arroz caldero, combina pescado fresco y arroz caldoso. Antaño una humilde cena de pescadores, ahora se reconoce como una especialidad regional. Puede que vengas por el marisco, pero quédate por las inigualables oportunidades de practicar snorkel y submarinismo.
Aunque es una de las ciudades clasificadas Conjunto Histórico-Artístico de España, Alcalá del Júcar es en realidad un pueblo ribereño, donde las casas parecen casi consumidas por los blancos acantilados que caen en cascada hasta la orilla del agua. Su rasgo más llamativo es un puente romano sobre el desfiladero del río; desde su lado occidental se eleva el peñasco de la laberíntica villa, coronado por su fortaleza árabe. La Iglesia de San Andrés es otro hito de visita obligada.
Acunado en un valle de la sierra de Tramuntana, Valldemossa capta el romanticismo del viejo mundo de la Mallorca rural. Los viajeros no son los únicos que se enamoran de este pueblo, que es todo caminos empedrados rubios, vistas del campo y casitas de piedra adosadas. El compositor polaco Chopin pasó una famosa temporada en Valldemossa, y aún hoy se celebran aquí frecuentes conciertos de sus obras maestras musicales. En la Real Cartuja -hoy un ecléctico museo- puedes ver la celda en la que Chopin se alojaba, así como obras de arte de Picasso, Joan Miró y otros.
Antes de 1801, Olivenza no habría entrado en esta lista, porque formaba parte de Portugal. Aunque pasó a España tras la Guerra de las Naranjas (preludio de la ocupación de Iberia por Napoleón), la verdadera propiedad de la ciudad se ha disputado durante siglos. Formalmente administrada por España, Olivenza se ha convertido en un crisol de las dos culturas y sigue honrando su herencia portuguesa. Fue fundada originalmente por los templarios, y entre sus monumentos encontrarás antiguas murallas y muchos edificios religiosos desgastados por el tiempo.
Resplandeciente bajo el sol mediterráneo, Binibeca es un pueblo de dos mitades situado en la costa sur de Menorca, una de las islas del archipiélago balear español. Binibeca Vell es la parte original del asentamiento, construida en fecha tan reciente como la década de 1970 por el arquitecto Antonio Sintes y diseñada para imitar un pueblo pesquero tradicional encalado. Binibeca Nou es la parte más nueva del pueblo, sus villas y casas continúan el estilo atemporal de Binibeca Vell con vistas a una playa bordeada de pinos.
Peñíscola, la respuesta española al Monte Saint-Michel francés, es una ciudad fortificada situada en un promontorio de la Costa del Azahar. Aprovechando los cimientos de una ciudadela árabe anterior, los templarios recibieron el encargo de construir una fortaleza propia a principios del siglo XIV. El castillo, que hoy ocupa el punto más alto del promontorio, es el mejor lugar para contemplar las vistas de la costa castellonense. Peñíscola también se utilizó como lugar de rodaje de Juego de Tronos.
Este pueblo pesquero de la Costa Brava ha sido durante mucho tiempo el lugar preferido de artistas en busca de inspiración como Dalí y Picasso, y no hace falta buscar mucho para saber por qué. Los visitantes pueden admirar los monumentos históricos y los museos del casco antiguo antes de ir de compras a las boutiques locales, tomar el sol en la playa o disfrutar de la cocina tradicional catalana en un restaurante junto al puerto. Los habitantes de Cadaqués están muy orgullosos de su herencia catalana, y la ciudad tiene incluso su propia variante de la lengua catalana.
Rodeado de un campo vibrante de árboles frutales y descrito como "el Notting Hill de Ibiza", Santa Gertrudis es un pequeño pueblo tradicional donde los ecos de una comunidad hippie de los años 60 se mezclan con influencias culturales contemporáneas. Demostrando que en la famosa isla de la fiesta hay algo más que descarados complejos turísticos y superclubes, este pequeño idilio ibicenco cuenta con galerías de arte, tiendas de baratijas surtidas con las obras de los artesanos locales y acogedores cafés que dan a la plaza de una iglesia. Es, y siempre ha sido, un paraíso para viajeros creativos y amantes de la gastronomía.
Uno de los pueblos blancos más notables de Andalucía, Setenil de las Bodegas tiene mucho más por lo que maravillarse además de la emblemática pintura blanca. Este pequeño pueblo de apenas 3.000 habitantes está formado en parte por viviendas cueva construidas bajo y dentro de un profundo cañón. Aunque las bodegas (tiendas de vino) que dieron nombre a la ciudad son mucho menos numerosas de lo que solían ser, las delicias locales como las almendras, las aceitunas y el chorizo siguen siendo deliciosamente comunes. Sevilla, Málaga y Cádiz están a menos de dos horas en coche.
Sobre un afloramiento calcáreo en las estribaciones de los Pirineos, Alquézar se fundó en torno a una ciudadela árabe en el siglo XI. Aunque la arquitectura cuenta esa historia en particular, el Parque Cultural del Río Vero desentierra otra mucho más antigua. Declarado Patrimonio de la Humanidad, alberga arte rupestre prehistórico que se remonta al Paleolítico. El pintoresco pueblo también se encuentra dentro del Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara, por lo que los aventureros al aire libre pueden basarse aquí mientras realizan excursiones de senderismo, ciclismo de montaña, equitación, barranquismo y escalada en roca.
Este pueblo situado en la ladera de una colina, en medio de ricas tierras vinícolas, es cosa de cuentos de hadas. La leyenda dice que Briones debe su nombre a los primeros ocupantes de la zona, los berones, nómadas de la Edad de Bronce que precedieron a los romanos. Su mezcla de edificios tradicionales de piedra de sillería y entramado de madera, con sus pequeños balcones y detalles góticos, remiten a una época pasada que se siente muy viva en este enclave histórico. Además de admirar la arquitectura medieval impecablemente conservada, los visitantes acuden a Briones para degustar algunos de los mejores y más antiguos vinos de la subzona de Rioja Alta.
Baiona tiene una historia fascinante. Se convirtió en el primer puerto que tuvo noticia del "descubrimiento" de América por Cristóbal Colón, cuando su barco, La Pinta, desembarcó aquí en 1493, un acontecimiento que se conmemora cada primer fin de semana de marzo con la Fiesta de la Arribada. Navega tú mismo por estas aguas trascendentales en un viaje a las Islas Cíes; los transbordadores salen de Baiona a diario en temporada alta. ¿Quieres pasar la noche? Prueba el Parador de Baiona, del siglo XIX, ubicado dentro de las ruinas de una fortaleza medieval que se construyó para disuadir a piratas y conquistadores.
El pequeño pueblo pirenaico de Aínsa se encuentra cerca de la frontera entre España y Francia. Fue capital del Reino de Sobrarbe, pero sus serpenteantes calles medievales han sobrevivido a ese antiguo reino. Los visitantes del casco histórico de la villa pueden explorar la iglesia románica de Santa María y la ciudadela del siglo XI (construida para defender el asentamiento de los avances moros). Aquí también tiene lugar uno de los festivales de verano más prestigiosos de Aragón: el Festival Internacional de Música Castillo de Aínsa, mientras que en septiembre se celebra La Morisma, una famosa recreación de una batalla.
Cuando los viajeros crucen el puente del siglo XII hacia el corazón de Besalú, empezará a formarse una visión de lo que habría sido Cataluña en la Edad Media. Desde aquí, una intrigante maraña de calles conduce a otros muchos monumentos históricos de la ciudad, como un complejo de baños públicos medievales en el Barrio Judío y la Iglesia de Santa Julia. Besalú, declarada Monumento Histórico Nacional, se encuentra también al borde del Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa. Con más de 20 coladas de lava, es el mejor ejemplo de geología volcánica de la Península Ibérica.
Cudillero, uno de los pueblos pesqueros más bonitos de Asturias, es una brillante mancha de casas de colores situada entre (y, en algunos casos, sobre) un frondoso acantilado y una ensenada del Golfo de Vizcaya. Alrededor de su puerto, encontrarás olores atmosféricos de marisco fresco que se prepara en tabernas tradicionales, lo suficientemente tentadores como para convencerte de que te quedes a cenar. Asegúrate de salir también a los alrededores, donde abundan las playas, cascadas, prados y montañas. Para disfrutar de una cultura única, no te pierdas el Festival de L'Amuravela, que celebra la lengua local pixueto y el patrimonio pesquero de la ciudad.
Situada en el País Vasco español, Lekeitio hizo fortuna históricamente con el comercio de la caza de ballenas, que se disolvió hacia el siglo XVIII. Hoy en día, la ciudad es conocida sobre todo por sus playas de arena y sus bares de pintxos. Como las mareas cambian aquí, también lo hace el acceso a la isla de San Nicolás, a la que solo se puede llegar andando durante la marea baja. A medio camino entre las impresionantes pero turísticas ciudades de San Sebastián y Bilbao, Lekeitio permite a los viajeros empaparse de la cultura y la cocina vascas a un ritmo más suave.
Enclavada en la histórica comarca de Liébana, dentro del Parque Nacional de los Picos de Europa, Potes es una pequeña ciudad medieval situada en la confluencia de los ríos Deva y Quiviesa. Aquí, una red de puentes de piedra une el valle, jalonado por laberintos de atractivas calles antiguas. Aunque muy alejada de la poderosa ciudad del siglo XIII que fue, Potes ha conservado una elegancia distintiva, evidente en su arquitectura que desafía a la edad. Mientras estés en la ciudad, prueba las delicias locales: el saludable estofado de carne de Liebana y el orujo, un licor artesanal parecido al aguardiente con su propio festival que se celebra el segundo fin de semana de noviembre.
Aferrado a las laderas de la Sierra Almijara, por encima de Málaga, Frigiliana, el pueblo blanco andaluz por excelencia, es uno de los lugares más bellos accesibles desde la Costa del Sol. Pero no es solo una cara bonita: los orígenes romanos y musulmanes brillan en la infraestructura, la arquitectura y la cocina de la ciudad, mientras que un puñado de atracciones documentan también su historia posterior. Visita el Palacio de los Condes (o El Ingenio), una antigua mansión de la época renacentista que ahora es la única fábrica de melaza de Europa.
Combarro pertenece a las Rías Baixas, una zona de la costa gallega pintada con numerosas rías que crean un paisaje precioso e insólito. El casco histórico de la villa, declarado Bien de Interés Cultural, ejemplifica el diseño de los asentamientos marineros típicos de la región, con sus hórreos y casas marineras. Este patrimonio marítimo se celebra en la fiesta de la Virgen del Carmen cada mes de julio, en la que los barcos se adornan con banderas y ofrendas florales, mientras que en agosto tiene lugar una fiesta anual del mejillón.
Adorado desde hace tiempo por famosos y artistas, este encantador pueblo mallorquín alberga hoteles de lujo como el emblemático La Residencia de Belmond, así como un montón de galerías y tiendas de artesanía. El poeta y novelista inglés Robert Graves, junto con artistas de la talla de Andrew Lloyd Webber y Bob Geldof, son solo algunos de los creativos conocidos que han frecuentado Deia. Pasa aquí el tiempo suficiente y tú también te irás lleno de inspiración.
Vestido con una agradable paleta de ocres y terracota, este asombroso pueblo y Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO casi desafía la descripción... y la gravedad... Precariamente apilado en lo alto de una escarpada cresta donde confluyen las gargantas de dos ríos, el rasgo más notable de Cuenca es un tramo de casas colgadas cuyos balcones de vértigo se asoman a las profundidades rocosas. Una de estas casas se ha convertido ahora en el Museo de Arte Abstracto, combinando dos increíbles atracciones -y dos épocas contrastadas- en una.
Zafra, o la "Sevilla la Chica", como la llaman habitualmente, comparte muchos de los atributos de su hermana mayor: detalles árabes en sus columnas y alcobas, plazas históricas e incluso su propio Alcázar. Pero la ciudad también tiene un carácter ecléctico propio, moldeado por tantos gobernantes como nombres ha tenido: los íberos la llamaron Segida; los romanos Julia Restituta; y fue Zafar o Safra para los moros. Hoy en día, el barrio medieval es la parte más memorable de la ciudad. Sus calles envuelven la fortaleza del siglo XV en un patrón que recuerda el caparazón de una tortuga.
El mayor pueblo blanco de Andalucía es también objetivamente el más extraordinario. Separada por el desfiladero del Tajo hasta que el puente Puente Nuevo unió ambos lados de la ciudad en el siglo XVIII, Ronda se asienta a horcajadas sobre el cañón del río Guadalevín, en lo alto de dos escarpaduras escarpadas. Desde bandoleros y toreros hasta guerreros y escritores, todo tipo de personajes pintorescos han pasado por sus antiguas calles y han bordado sus historias en el tejido de la ciudad. Según el folclore local, en Ronda llueve a cántaros, pero por suerte hay un montón de museos, bares de tapas y baños árabes donde refugiarse si llueve.
Con las cumbres nevadas de los Picos de Europa a un lado y las aguas del mar Cantábrico al otro, San Vicente de la Barquera encarna realmente lo mejor de ambos mundos. Rezuma majestuosidad medieval; hay un castillo, restos de una antigua muralla y el Puente de la Maza de 28 arcos, que alcanza más de media milla (0,8 km). Para saborear lo mejor del entorno marítimo de la ciudad, busca un sorropotun, un delicioso guiso de atún y patatas.
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